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La Semana de la Esperanza celebrará a santos europeos

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En el 10 aniversario de la exhortación "Ecclesia in Europa"

Roma, 17 de junio de 2013 (Zenit.org) La Semana de la Esperanza (Week for Hope) ha sido organizada por la Comisión de los Episcopados de la Comunidad Europea (COMECE) del 24 al 27 de junio próximo, en Bruselas, para celebrar el 10 aniversario de la exhortación postsinodal Ecclesia in Europa.

Hace exactamente diez años, el 28 de junio de 2003, el papa Juan Pablo II publicaba Ecclesia in Europa, una exhortación apostóliva dirigida a los pueblos de Europa. Juan Pablo II insistía en el hecho de que la Iglesia en Europa (Ecclesia in Europa) debía ser una Iglesia para Europa.

La Semana de la Esperanza se propone devolver la esperanza en un momento muy difícil donde la visión de los padres fundadores es eclipsada por las consecuencias dramáticas de la crisis económica y por los espectros crecientes del nacionalismo, del populismo y de la xenofobia.

La Semana de la Esperanza se abre el lunes 24 de junio para cerrrarse cuatro días más tarde, en la tarde del jueves 27 de junio. Este festival pondrá bajo los focos de los proyectores a un cierto número de santos, beatos y hombres y mujeres de virtudes heroicas que, por su enseñanza o por el ejemplo de su vida, han testimoniado virtudes o encarnado valores que están en el corazón del sueño europeo.

El programa de la Semana de la Esperanza comprende durante cuatro mañanas sucesivas un pequeño desayuno de oración en la Capilla de Europa. A la una, el beato Jerzy Popieluszko, la beata Hildegarde Burjan, Christian de Chergé (prior de la comunidad trapense asesinado en Argelia) y san Pedro Poveda, un pioneño español del apostolado de los laicos.

A media jornada, esta vez en las oficinas del Secretariado de la COMECE, una serie de cuatro desayunos-debate está conjuntamente organizada por la COMECE y un cierto número de ONG amigas (CIDSE, El Kalima, UNIAPAC, Don Bosco International, etc). Allí también estas conferencias están centradas en santos o cristianos reconocidos por sus grandes virtudes, y el estudio de sus vidas servirá de clave para comprender las grandfes materias de actualidad en la agenda política de la Unión europea: la educación de los jóvenes, la ética de los negocios, la durabilidad y la libertad de circulación tanto para los ciudadanos como para los migrantes.

De esta manera, a la hora del desayuno, los participantes se encontrarán con dos cardenales (John Henry Newman y Joseph Cardijn), una monja (Hildegarda de Bingen) y dos predicadores (Bernardino de Siena y Willibrord).

En la iglesia de los dominicos, a diez minutos de marcha desde las murallas de Berlaymont y de Carlomagno, están programados debates por la tarde.

El sacerdote siciliano recientemente beatificado, don Pino Puglisi, que se enfrentó a la Mafia y pagó con su vida, invitará a reflexionar sobre el fenómeno de la criminalidad organizada y sobre las medidas que toma la Unión Europea para combatirla. El beato Karl Leisner, un seminarista alemán que fue elevado al sacerdocio por el arzobispo francés Gabriel Piguet después de una ordenación clandestina conferida en Dachau, pondrá el acento en un ingrediente espiritual sin el cual la construcción de la nueva Europa habría sido imposible: la reconciliación.

La Semana de la Esperanza se cierra con una Misa por Europa, con el nuncio apostólico ante la Unión Europea, monseñor Alain Lebeaupin, como celebrante principal en la iglesia de Notre-Dame du Sablon la tarde del 27 de junio.

Para más información e inscripciones:http://www.comece.eu/week4hope.

O en la página de Facebook del evento: https://www.facebook.com/Ecclesia.in.Europa.

Se puede seguir también en Twitter @ecclesia_europa #week4hope

(17 de junio de 2013) © Innovative Media Inc.

La comunión de los santos, según el Catecismo de la Iglesia Católica

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946 Después de haber confesado "la Santa Iglesia católica", el Símbolo de los Apóstoles añade "la comunión de los santos". Este artículo es, en cierto modo, una explicitación del anterior: "¿Qué es la Iglesia, sino la asamblea de todos los santos?" (San Nicetas de Remesiana, Instructio ad competentes 5, 3, 23 [Explanatio Symboli, 10]: PL 52, 871). La comunión de los santos es precisamente la Iglesia.

947 "Como todos los creyentes forman un solo cuerpo, el bien de los unos se comunica a los otros [...] Es, pues, necesario creer [...] que existe una comunión de bienes en la Iglesia. Pero el miembro más importante es Cristo, ya que Él es la cabeza [...] Así, el bien de Cristo es comunicado [...] a todos los miembros, y esta comunicación se hace por los sacramentos de la Iglesia" (Santo Tomás de Aquino, In Symbolum Apostolorum scilicet «Credo in Deum» expositio, 13). "Como esta Iglesia está gobernada por un solo y mismo Espíritu, todos los bienes que ella ha recibido forman necesariamente un fondo común" (Catecismo Romano, 1, 10, 24).

948 La expresión "comunión de los santos" tiene, pues, dos significados estrechamente relacionados: "comunión en las cosas santas [sancta]" y "comunión entre las personas santas [sancti]".

Sancta sanctis [lo que es santo para los que son santos] es lo que se proclama por el celebrante en la mayoría de las liturgias orientales en el momento de la elevación de los santos dones antes de la distribución de la comunión. Los fieles (sancti) se alimentan con el cuerpo y la sangre de Cristo (sancta) para crecer en la comunión con el Espíritu Santo (Koinônia) y comunicarla al mundo.


I. La comunión de los bienes espirituales

949 En la comunidad primitiva de Jerusalén, los discípulos "acudían [...] asiduamente a la enseñanza de los Apóstoles, a la comunión, a la fracción del pan y a las oraciones" (Hch 2, 42):

La comunión en la fe. La fe de los fieles es la fe de la Iglesia recibida de los Apóstoles, tesoro de vida que se enriquece cuando se comparte.

950 La comunión de los sacramentos. “El fruto de todos los Sacramentos pertenece a todos. Porque los Sacramentos, y sobre todo el Bautismo que es como la puerta por la que los hombres entran en la Iglesia, son otros tantos vínculos sagrados que unen a todos y los ligan a Jesucristo. Los Padres indican en el Símbolo que debe entenderse que la comunión de los santos es la comunión de los sacramentos [...]. El nombre de comunión puede aplicarse a todos los sacramentos puesto que todos ellos nos unen a Dios [...]. Pero este nombre es más propio de la Eucaristía que de cualquier otro, porque ella es la que lleva esta comunión a su culminación” (Catecismo Romano, 1, 10, 24).

951 La comunión de los carismas: En la comunión de la Iglesia, el Espíritu Santo "reparte gracias especiales entre los fieles" para la edificación de la Iglesia (LG 12). Pues bien, "a cada cual se le otorga la manifestación del Espíritu para provecho común" (1 Co 12, 7).

952 “Todo lo tenían en común” (Hch 4, 32): "Todo lo que posee el verdadero cristiano debe considerarlo como un bien en común con los demás y debe estar dispuesto y ser diligente para socorrer al necesitado y la miseria del prójimo" (Catecismo Romano, 1, 10, 27). El cristiano es un administrador de los bienes del Señor (cf. Lc 16, 1, 3).

953 La comunión de la caridad: En la comunión de los santos, "ninguno de nosotros vive para sí mismo; como tampoco muere nadie para sí mismo" (Rm 14, 7). "Si sufre un miembro, todos los demás sufren con él. Si un miembro es honrado, todos los demás toman parte en su gozo. Ahora bien, vosotros sois el cuerpo de Cristo, y sus miembros cada uno por su parte" (1 Co 12, 26-27). "La caridad no busca su interés" (1 Co 13, 5; cf. 1 Co 10, 24). El menor de nuestros actos hecho con caridad repercute en beneficio de todos, en esta solidaridad entre todos los hombres, vivos o muertos, que se funda en la comunión de los santos. Todo pecado daña a esta comunión.


II. La comunión entre la Iglesia del cielo y la de la tierra

954 Los tres estados de la Iglesia. «Hasta que el Señor venga en su esplendor con todos sus ángeles y, destruida la muerte, tenga sometido todo, sus discípulos, unos peregrinan en la tierra; otros, ya difuntos, se purifican; mientras otros están glorificados, contemplando "claramente a Dios mismo, uno y trino, tal cual es"» (LG 49):

«Todos, sin embargo, aunque en grado y modo diversos, participamos en el mismo amor a Dios y al prójimo y cantamos el mismo himno de alabanza a nuestro Dios. En efecto, todos los que son de Cristo, que tienen su Espíritu, forman una misma Iglesia y están unidos entre sí en Él» (LG 49).

955 "La unión de los miembros de la Iglesia peregrina con los hermanos que durmieron en la paz de Cristo de ninguna manera se interrumpe. Más aún, según la constante fe de la Iglesia, se refuerza con la comunicación de los bienes espirituales" (LG 49). 956 La intercesión de los santos. "Por el hecho de que los del cielo están más íntimamente unidos con Cristo, consolidan más firmemente a toda la Iglesia en la santidad [...] No dejan de interceder por nosotros ante el Padre. Presentan por medio del único mediador entre Dios y los hombres, Cristo Jesús, los méritos que adquirieron en la tierra [...] Su solicitud fraterna ayuda, pues, mucho a nuestra debilidad" (LG 49):

«No lloréis, os seré más útil después de mi muerte y os ayudaré más eficazmente que durante mi vida» (Santo Domingo, moribundo, a sus frailes: Relatio iuridica 4; cf. Jordán de Sajonia, Vita 4, 69).

Pasaré mi cielo haciendo el bien sobre la tierra (Santa Teresa del Niño Jesús, verba).

957 La comunión con los santos. "No veneramos el recuerdo de los del cielo tan sólo como modelos nuestros, sino, sobre todo, para que la unión de toda la Iglesia en el Espíritu se vea reforzada por la práctica del amor fraterno. En efecto, así como la unión entre los cristianos todavía en camino nos lleva más cerca de Cristo, así la comunión con los santos nos une a Cristo, del que mana, como de fuente y cabeza, toda la gracia y la vida del Pueblo de Dios" (LG 50):

«Nosotros adoramos a Cristo porque es el Hijo de Dios; en cuanto a los mártires, los amamos como discípulos e imitadores del Señor, y es justo, a causa de su devoción incomparable hacia su rey y maestro; que podamos nosotros, también, ser sus compañeros y sus condiscípulos (Martirio de san Policarpo 17, 3: SC 10bis, 232 (Funk 1, 336)).

958 La comunión con los difuntos. «La Iglesia peregrina, perfectamente consciente de esta comunión de todo el cuerpo místico de Jesucristo, desde los primeros tiempos del cristianismo honró con gran piedad el recuerdo de los difuntos y también ofreció sufragios por ellos; "pues es una idea santa y piadosa orar por los difuntos para que se vean libres de sus pecados" (2 M 12, 46)"» (LG 50). Nuestra oración por ellos puede no solamente ayudarles, sino también hacer eficaz su intercesión en nuestro favor.

959 En la única familia de Dios. "Todos los hijos de Dios y miembros de una misma familia en Cristo, al unirnos en el amor mutuo y en la misma alabanza a la Santísima Trinidad, estamos respondiendo a la íntima vocación de la Iglesia" (LG 51).


Resumen

960 La Iglesia es "comunión de los santos": esta expresión designa primeramente las "cosas santas" (sancta), y ante todo la Eucaristía, "que significa y al mismo tiempo realiza la unidad de los creyentes, que forman un solo cuerpo en Cristo" (LG 3).

961 Este término designa también la comunión entre las "personas santas" (sancti) en Cristo que ha "muerto por todos", de modo que lo que cada uno hace o sufre en y por Cristo da fruto para todos.

962 "Creemos en la comunión de todos los fieles cristianos, es decir, de los que peregrinan en la tierra, de los que se purifican después de muertos y de los que gozan de la bienaventuranza celeste, y que todos se unen en una sola Iglesia; y creemos igualmente que en esa comunión está a nuestra disposición el amor misericordioso de Dios y de sus santos, que siempre ofrecen oídos atentos a nuestras oraciones" (Pablo VI, Credo del Pueblo de Dios, 30).

(fuente: www.vatican.va)

Cómo rezar bien el Padre Nuestro

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Cuando ves a una persona que está realmente conectada con Dios, en comunión de amor con Él, su testimonio nos atrae y decimos: yo quiero rezar como él.

 Es una buena práctica rezar el Padre Nuestro varias veces al día y rezarlo bien, como Cristo y con Cristo. Las primeras comunidades del cristianismo rezaban el Padre Nuestro tres veces al día (Didaché 8, 3). El día del Corpus Christi llegué a Cancún para impartir un taller de oración al que me invitaron, celebré misa en la Parroquia de Cristo Rey y en la primera banca estaba una joven que me dio una gran lección de cómo dirigirse a Dios Padre. Cuando llegó la hora del Padre Nuestro en la misa, lo hizo de tal forma que al final me fui a buscarla para darle las gracias. Al verla entendí lo que significa amar y rezar “con todo el corazón, con toda el alma y con todas las fuerzas” Lc 10,27; cf. Dt 6, 4-8)

Los discípulos veían rezar a Jesús, escuchaban las palabras con que se dirigía a Su Padre y el tono de voz con que lo hacía. Percibían el amor, la ternura, la confianza, la inmediatez, la reverencia, la sumisión filial con que le hablaba. Observaban sus gestos corporales y su mirada. Cautivados por esa forma de rezar, un día le dijeron: “Maestro, enséñanos a orar”» (Lc 11, 1).

En Cristo tenemos nuestro Modelo de cómo debemos rezar. Con el “Padre Nuestro” Jesús nos enseñó, por medio de su oración, lo que debemos desear y pedir y el orden en que conviene hacerlo, pero sobre todo nos enseñó la actitud y la carga afectiva con que debemos dirigirnos a Dios.

Quisiera centrarme ahora en lo que a mí más me ayuda, me refiero a la primera palabra de la Oración del Señor: “Padre”. Procuro meditar con frecuencia en la paternidad de Dios y contemplarlo como Padre. Muchas veces mi meditación diaria consiste en quedarme repitiendo con tranquilidad la palabra “Padre” y gustando interiormente el don de Su Paternidad.

¿Cómo rezar el Padre Nuestro? En la oración, más importantes que las palabras, son las actitudes. De Jesucristo aprendemos estas actitudes:

1. Rezar con la certeza de ser amado. La verdad de Dios que Jesucristo nos ha revelado es que es un Padre generoso, bondadoso, rico en misericordia, paciente, compasivo, interesado en el bien de cada uno de sus hijos. Dios es amor, es un Padre amoroso que me crea por amor y que quiere compartir su vida conmigo en un clima de intimidad familiar. Cuando rezo, es a ese Dios al que tengo delante. No es lo mismo tener una cita con una persona déspota, autoritaria, humillante, hiriente, impaciente, ofensiva… que estar con Alguien que es todo amor, bondad, ternura y compasión.

«Es necesario contemplar continuamente la belleza del Padre e impregnar de ella nuestra alma» (San Gregorio de Nisa, Homiliae in Orationem dominicam, 2).

En este sentido, el catecismo afronta con mucho realismo que nuestro concepto y experiencia de la paternidad terrena podría viciar nuestra relación con Dios Padre: “La purificación del corazón concierne a imágenes paternales o maternales, correspondientes a nuestra historia personal y cultural, y que impregnan nuestra relación con Dios. Dios nuestro Padre transciende las categorías del mundo creado.” (CIC 2779)

2. Rezar con actitud de hijo, con una conciencia filial. Cristo nos revela no sólo que Dios es Padre sino que somos sus hijos. Por el bautismo hemos sido incorporados y adoptados como hijos de Dios. «El hombre nuevo, que ha renacido y vuelto a su Dios por la gracia, dice primero: “¡Padre!”, porque ha sido hecho hijo» (San Cipriano de Cartago, De dominica Oratione, 9)

Dios espera que con Él seamos como niños (cf Mt 18, 3) y nos asegura que Él se revela a “los pequeños” (cf Mt 11, 25). Es normal que surja la pregunta: ¿Y podemos hacerlo? Claro que podemos dirigirnos a Dios como Padre, porque el Padre «ha enviado [...] a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo que clama: “¡Abbá, Padre!'”» (Ga 4, 6). El Espíritu Santo nos enseña a hablar con Dios Padre, más aún, lo hace Él mismo desde dentro de nosotros. Y nos enseña a hacerlo con términos de ternura filial: Abbá, Padre querido.

Ayer dirigí un taller de oración sobre el Padre Nuestro y al terminar, uno de los participantes me dijo: “Conocer el Plan de Dios sobre el hombre es bellísimo pero muy comprometedor”. Efectivamente: «Es necesario acordarnos, cuando llamemos a Dios “Padre nuestro”, de que debemos comportarnos como hijos de Dios» (San Cipriano de Cartago, De Dominica oratione, 11).

3. Rezar acompañado, junto a Cristo y mis hermanos. Jesús nos enseñó a decir “Padre Nuestro”. «El Señor nos enseña a orar en común por todos nuestros hermanos. Porque Él no dice “Padre mío” que estás en el cielo, sino “Padre nuestro”, a fin de que nuestra oración sea de una sola alma para todo el Cuerpo de la Iglesia« (San Juan Crisóstomo, In Matthaeum, homilia 19, 4).

Al rezarlo, hemos de tomar conciencia de que no estamos solos, sino que estamos junto a Cristo y junto a toda la comunidad eclesial y con ellos rezarmos juntamente a nuestro Padre del cielo.

4. Rezar con actitud de bendición y alabanza. Antes de dirigirnos a Dios para pedirle, hemos de alabarle simplemente porque merece ser alabado. Es lo que corresponde a una creatura en relación con su Creador. Al iniciar el “Padre Nuestro” lo primero que hacemos es dar gracias a Dios “por habernos revelado su Nombre, por habernos concedido creer en Él y por haber sido habitados por su presencia.” (Catecismo 2781)

5. Rezar con audacia humilde. Conscientes de nuestra pequeñez y miseria, se requiere audacia para dirigirnos a Dios Todopoderoso. Audacia, sí, pero una audacia humilde. La audacia del hijo que reconoce su indigencia y se dirige a su padre con plena confianza y con la certeza de saberse amado y protegido.

«La conciencia que tenemos de nuestra condición de esclavos nos haría meternos bajo tierra, nuestra condición terrena se desharía en polvo, si la autoridad de nuestro mismo Padre y el Espíritu de su Hijo, no nos empujasen a proferir este grito: “Abbá, Padre” (Rm 8, 15) ... ¿Cuándo la debilidad de un mortal se atrevería a llamar a Dios Padre suyo, sino solamente cuando lo íntimo del hombre está animado por el Poder de lo alto?» (San Pedro Crisólogo, Sermón 71, 3).

La audacia humilde y confiada en nuestras relaciones con Dios va creciendo a medida que rezamos el Padre Nuestro con mayor fe. «Padre nuestro: este nombre suscita en nosotros todo a la vez, el amor, el gusto en la oración [...] y también la esperanza de obtener lo que vamos a pedir [...] ¿Qué puede Él, en efecto, negar a la oración de sus hijos, cuando ya previamente les ha permitido ser sus hijos?» (San Agustín, De sermone Domini in monte, 2, 4, 16).

Ojalá que después de leer este artículo recemos el Padre Nuestro con mayor sentido. Ojalá que al pronunciar la primera palabra de la Oración del Señor con estas actitudes, vibre nuestro corazón por todas las resonancias que evoca su paternidad.

«Señor, enséñanos a orar, como enseñó Juan a sus discípulos». El les dijo: «Cuando oréis, decid: Padre, santificado sea tu Nombre, venga tu Reino, danos cada día nuestro pan cotidiano, y perdónanos nuestros pecados porque también nosotros perdonamos a todo el que nos debe, y no nos dejes caer en tentación». (Lc 11, 1-4).

escrito por P. Evaristo Sada LC 
(fuente: La Oración)

Desde el pecado hacia el amor

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Para el cristiano, el pecado es siempre una grave ofensa al amor. El pecado lleva al hombre a ir contra Dios.

El pecado deja huellas profundas y heridas duraderas. Uno de sus mayores daños consiste en hundir al pecador en la tristeza, la amargura, la desesperanza. Otro daño es el de la dejadez: si caigo una y otra vez en lo mismo, ¿para qué luchar por el cambio? Un daño más profundo y sutil consiste en llegar a la idea de que, en el fondo, el pecado no es tan malo, incluso podría ser bueno para uno en su situación actual...

Para el cristiano, el pecado es siempre una grave ofensa al amor. El pecado lleva al hombre a ir contra Dios, al optar por su egoísmo, y contra el prójimo, al preferir el propio bienestar en perjuicio de otros.

Pero si la ofensa es grave, si implica un desorden en el universo, la mano tendida de Dios puede provocar un cambio radical, incluso una situación paradójicamente favorable para el bien.

El pecador que pide misericordia, que se siente perdonado, permite el ingreso en el mundo de una inmensa infusión de bien y de esperanza. La acción de Dios, al ofrecer su perdón, suscita en los corazones una "nueva creación".

"Convertíos y apartaos de todos vuestros crímenes; no haya para vosotros más ocasión de culpa. Descargaos de todos los crímenes que habéis cometido contra mí, y haceos un corazón nuevo y un espíritu nuevo. ¿Por qué habéis de morir, casa de Israel? Yo no me complazco en la muerte de nadie, sea quien fuere, oráculo del Señor Yahvéh. Convertíos y vivid" (Ez 18,30-32).

El corazón que se deja tocar por el perdón de Dios entra en una nueva vida, empieza a existir en el Reino de la misericordia. Si antes sufría bajo las cadenas del pecado, ahora goza en el mundo del amor.

Los que antes éramos "no-pueblo" podemos llegar a ser Pueblo de Dios. Los que vivíamos sin compasión, podemos ahora ser compadecidos (cf. 1P 2,10).

La Encarnación, la Muerte, la Resurrección de Cristo, han abierto las puertas de los cielos, han abierto las puertas de la misericordia. Si el pecado introdujo el misterio del mal en el mundo, la obediencia del Hijo al Padre ha provocado la revolución más profunda en la historia humana: el perdón.

Quien acoge ese perdón, quien se deja tocar por el Amor redentor de Cristo, ya no puede volver a pensar ni a vivir como pecador. Paradójicamente, el pecado “provocó” la llegada de la gracia. Quien ha sido tocado por la misericordia, quien ha abierto su alma a la conversión, empieza a vivir en el mundo del amor.

"¿Qué diremos, pues? ¿Que debemos permanecer en el pecado para que la gracia se multiplique? ¡De ningún modo! Los que hemos muerto al pecado ¿cómo seguir viviendo en él? ¿O es que ignoráis que cuantos fuimos bautizados en Cristo Jesús, fuimos bautizados en su muerte? Fuimos, pues, con él sepultados por el bautismo en la muerte, a fin de que, al igual que Cristo fue resucitado de entre los muertos por medio de la gloria del Padre, así también nosotros vivamos una vida nueva. Porque si nos hemos hecho una misma cosa con él por una muerte semejante a la suya, también lo seremos por una resurrección semejante; sabiendo que nuestro hombre viejo fue crucificado con él, a fin de que fuera destruido este cuerpo de pecado y cesáramos de ser esclavos del pecado" (Rm 6,1-6).

Desde el pecado, borrado por la Cruz del Señor, podemos avanzar hacia el amor. Quien ha recibido tanto amor, sólo puede responder con amor. Quien ha sido perdonado, empieza a comprender que también él necesita perdonar a sus hermanos (cf. Lc 6,37).

Sólo entonces seremos semejantes al Padre de los cielos, que es bueno con todos, también con los ingratos y los perversos (cf. Lc 6,35).

Porque tristemente un día fui pecador. Pero Jesús, en su bondad, me dijo: "Tampoco yo te condeno. Vete, y en adelante no peques más" (Jn 8,11).

(fuente: es.catholic.net)

El infierno tan temido

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Después dirá a los de su izquierda: Aléjense de mí malditos, vayan al fuego eterno, que fue preparado para los demonios y sus ángeles. Porque tuve hambre y ustedes no me dieron de comer, tuve sed y no me dieron de beber. Estaba de paso y no me alojaron, desnudo y no me vistieron, enfermo y preso, y no me visitaron. Éstos a su vez le preguntaran: - ¿Señor cuando te vimos hambriento, sediento, de paso, desnudo, enfermo o preso, y no te hemos socorrido? Y él les responderá: - Les aseguro que cada vez que no lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, no lo hicieron conmigo. Éstos irán al castigo eterno y los justos a la vida eterna.” 
(Mateo 25; 41 - 46)

Para entender este misterio de oscuridad, y de sombra, de iniquidad, de sinsentido, de oscuridad profunda para siempre (al que llamamos infierno), que es eternamente ausencia de Dios; para quienes eligieron apartarse de Dios y asumieron una actitud de vida en opciones que fueron fundamentales en su vida, lejos de Dios; hay que desmitificar las imágenes que la iconografía ha ido utilizando para representar qué es el infierno.

El infierno existe pero no es el de los diablos con cuernos y con tridentes. El infierno es ausencia. Es oscuridad. Es ausencia de Presencia de Dios. Y no como una realidad pasajera, como puede ser el sentimiento hondo de desolación, que en el camino de la vida encontramos, si no como un estado para siempre.

A veces, se instala y para nosotros no hay Cielo es que en realidad habitamos en las sombras. La ausencia habla en todo caso de sinsentido. Que tal vez, como dicen algunos, sea de los grandes males que vive el tiempo que nos toca transitar.

La ausencia de sentido. La pérdida del sentido de la historia, la ruptura con lo que fue, por eso el no valorar el presente, viviéndolo demasiado apurado, ni que hablar de perspectivas de futuro.

Este infierno temido. Tal vez temido porque las imágenes con las que se lo ha representado en fealdad, en rostros desencajados, en miradas cargadas de odio, en expresiones absolutamente llenas de fealdad, nos quieran como generar un sentimiento de apartarnos de aquello.

Sin embargo, lo temido del infierno no está en cómo se lo representa sino en cuanto significa. Significa ausencia, y ausencia para siempre. Esa ausencia para siempre, esa ausencia de sentido, esa ausencia de luz, esa ausencia de amor, de fraternidad, la ausencia de la paz, de la armonía, la ausencia de la belleza, de la calidez. Estas ausencias que hablan que no está aquél que las genera, que es el Dios en que todo esto encuentra su fuente, a veces vienen como a instalarse tan prolongadamente en nosotros, que solemos decir: “mi vida es un infierno”, o “este tiempo me resulta un infierno”.

Cielo es humanidad. El infierno es deshumanización.

La guerra es infierno. El hambre es infierno. La sed es infierno.

Los infiernos, en los que a veces nos metemos son aquellos que la Palabra, hoy claramente nos describe, como los lugares donde hay una necesidad humana que está clamando por una Presencia que venga, como a sacar y a humanizar ese lugar de oscuridad y sombra, de sinsentido.

El infierno tan temido. Es en lo que hoy queremos poner a la luz. Porque describiéndolo y denunciándolo, somos capaces de pararnos en un lugar distinto. Tal vez nunca te hayas detenido a describir ni a pensar en tus infiernos, en tus ausencias y en tus carencias. Las que te hacen vivir sin sentido, en oscuridad y en sombra. Ponerle hoy luz y palabras, denunciarlo es entrar en nuestros infiernos con esos pedazos de Cielo, y poder transformarlos (a estos infiernos), en lo que Dios quiere que sea: realidades ya no deshabitadas por Él sino habitadas por el Dios de la Vida.

¿Qué dice la Palabra de Dios respecto del infierno? El telón de fondo de todos los textos respecto al infierno, consiste en la triste realidad del hombre que puede fracasar en su proyecto. Que se puede perder y cerrar sobre sí mismo como una cápsula.

Jesús aparece, frente a esta realidad, predicando la liberación, ofreciendo la oportunidad de convertirse una espléndida posibilidad para quien siente esta amenaza. Jesús sabe de la posibilidad que tenemos de construirnos un infierno, es decir, de elegir no estar con Él… Por eso un elemento esencial de su predicación consistió en llamar a la conversión.

Conversión quiere decir volver al buen camino, tornar hacia el otro, revolucionar el modo de pensar y de actuar, según el sentido que Dios da a las cosas.

Cuando el hombre se endurece en su mal y muere, de ese modo, entra en este estado definitivo de absoluta frustración. De frustración existencial. Lo expresó también Paul Claudel, cuando decía “todo hombre que no muere en Cristo, muere en su propia imagen. Ya no puede alterar la señal de sí, que se fue formando a través de todos los instantes de su vida, en la sustancia eterna. Mientras no se acaba la palabra, su mano puede volver atrás y tacharla con una cruz, pero cuando se acaba la palabra, se vuelve indestructible al igual que la materia que la recibió.” Esto es el infierno.

El infierno es un estado de existencia frustrante para siempre, sin retorno. A veces, eso se manifiesta hondamente en el corazón, cuando por algún motivo, sentimos que el dolor, la tristeza, la angustia, el sinsentido se vino a instalar para quedarse. Éstos son nuestros infiernos tan temidos. Queremos ponerlos a la luz, para que la invitación de Jesús a salir de la oscuridad y de la sombra, a abrir nuestro sepulcro, nos permita con Él (que descendió hasta estos lugares), RESUCITAR A UNA VIDA NUEVA.

Todo hombre es un gran potencial de capacidad, de planes, de deseos. Cada uno de nosotros sueña con realizarse y con darle lugar y cabida a estas posibilidades de realizarse que están escondidas allí, como esperando salir a mostrarse. Es cada mañana una posibilidad de empezar de nuevo esta tarea. Nos esforzamos uno y otro día por querer llegar a ser lo que sentimos estamos llamados a ser. Es terrible cuando, a veces, atravesamos por esos lugares oscuros, por distintas circunstancias, donde nos parece que todo se acaba. Donde tenemos la sensación que ya nada tiene sentido, que todo es en vano. Que nunca llegaremos a alcanzar lo que sentimos estamos llamados a ser. Esto nos hace sufrir. Nos sentimos como amputados, como que algo nos han cortado.

Los rasgos del infierno

Nadie puede vivir sin sentido y sin embargo, muchas veces, nos encontramos con rostros empalidecidos, con miradas perdidas, con ceños fruncidos, con brazos caídos, con actitud vacilante, con mirada sospechosa, con puños cerrados que parecieran indicarnos que por algún lado, en la historia hay ciertos hombres que han sido atravesados por esta sombría realidad del sinsentido, que anticipa el infierno como posibilidad y que desde ese mismo lugar somos invitados a reaccionar para liberarnos.

Si por allí es que vamos caminando, o si por allí alguien camina y necesita un poquito de nuestra luz, un poquito de nuestra presencia, que con amor es capaz de hacer poner de pie al que se siente profundamente caído.

La imagen del hombre amputado de sus órganos, quizá nos pueda dar una idea. Alguien que carece de ojos, de oídos, de olfato, de tacto, no puede recibir nada, no puede comunicar nada. Está como ausente en sí mismo. Esto es el infierno. Es una incapacidad total de estar con otros y con Otro. Es ausencia. Y ante la ausencia del Otro y de los otros lo único que nos queda es el poder estar con uno mismo. Es que nadie puede estar bien con uno mismo si no sabe estar con otros.

Si nos detenemos un instante a pensar, seguramente vamos a descubrir que éstos son los momentos más dramáticos de nuestra vida, los de la soledad deshabitada por la Presencia de alguien que le dé sentido. Porque en sí misma la soledad no es mala, es necesaria. Cuando hemos sabido estar con otros y encontramos en la soledad la manera de permanecer con nosotros mismos, sin apartarnos de los demás. Es necesario para redescubrir el sentido que tiene mi vida en relación con los demás.

Pero cuando la soledad es deshabitada, la vida se nos hace un infierno. Y el infierno se podría definir entonces como imposibilidad para comunicarnos, para recibir y para dar, para estar con.... ES AUSENCIA.

Cuando queremos describir nuestros infiernos, nada mejor que pensar, hacia atrás o en el presente, de las ausencias que llenan de vacío nuestra existencia y que la hacen carecer de sentido.

En cada uno de nosotros se hace realidad lo que la Palabra de Dios dice, “delante de ti pongo la vida y la muerte, elige”. Es dentro del corazón humano donde se entabla esta posibilidad de opción. Donde esta posibilidad de opción se hace lucha cotidiana por la vida, apartándonos de lo que es muerte. El infierno revela esta posibilidad de muerte, que el corazón humano por su herida, tiene como tendencia a inclinarse sin terminar de elegir lo que lo hace feliz, eligiendo… algunas realidades que supuestamente lo hacen feliz, lo que terminan por endurecer, enfriar, entristecer, angustiar, empalidecer su corazón.

escrito por Padre Javier Soteras 
(fuente: www.radiomaria.org.ar)

¿Enseña la Biblia que el Espíritu Santo es Dios?

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Las objeciones que históricamente se han formulado contra la doctrina de la Trinidad se han dirigido mayoritariamente en contra de la plena divinidad de la persona del Hijo. Sin embargo, da la impresión de que, supuestamente, negada ésta, los antitrinitarios no tuvieran mucho interés en refutar la divinidad del Espíritu Santo. Es como si resultara ocioso continuar una disputa sobre la Trinidad cuando ya ha quedado de manifiesto que una de las tres personas no es Dios, sino un dios o un mero hombre.

Quizá esto explique por qué los argumentos contra el Espíritu Santo son tan poco elaborados en las sectas, llegando en muchos casos a no existir siquiera. Los mismos Testigos de Jehová, que definen al Espíritu Santo como la "fuerza activa de Dios" y la comparan con formas de energía como la electricidad que impulsa el funcionamiento de los electrodomésticos, ponen de manifiesto una pobreza extrema en la negación de la personalidad y la divinidad del Espíritu Santo. Pero ¿enseña realmente la Biblia que el Espíritu Santo carece de personalidad y que no es Dios?


l. Objeciones de las sectas

Tres son fundamentalmente las objeciones que he recogido en conversaciones con testigos y estudios de sus publicaciones en relación con la personalidad y divinidad del Espíritu Santo. La primera es la consistente en afirmar que la Biblia no enseña en ningún sitio ni que el Espíritu Santo sea una persona ni que sea Dios. A contestar esta objeción dedicaremos los dos apartados siguientes de este capítulo.

La segunda es señalar que el Espíritu Santo es una fuerza impersonal, como el agua lo es, ya que se nos dice en la Biblia que se es bautizado con el Espíritu Santo y también que se es bautizado en agua. Resulta obvio, alegan los jehovistas, que si el Espíritu Santo fuera una persona no podría estar sobre tantas personas a la vez.

No hace falta señalar que tal objeción, en el fondo, es ridícula, y, en realidad, proporciona un argumento a favor de la divinidad del Espíritu Santo. Si realmente el Espíritu Santo puede estar en tantas partes (como los testigos reconocen que lo señala la Escritura), sólo puede explicarse porque es Dios. Como Dios precisamente, goza del don de la ubicuidad, es decir, de poder estar en diversos lugares a la vez. Pablo mismo señala que "en él (Dios) vivimos, nos movemos y existimos" (He 17,28) (BJ); y de esta ubicuidad no se desprende que Dios no sea Dios -porque, por ejemplo, también nos movemos en medio del aire, y éste no tiene personalidad-, sino que concluye que Dios es omnipotente y que nos va a juzgar a todos. Como puede verse, pues, esta objeción no tiene ninguna validez para negar la personalidad y divinidad del Espíritu Santo. [Una variante de esta objeción es afirmar que el Espíritu Santo carece de personalidad, puesto que entra en las personas. El argumento, una vez más, es muy pobre. Los demonios entran en el interior de las personas en los casos de posesión, y no por ello pierden su personalidad; ¿por qué le iba a suceder eso, sin embargo, al Espíritu Santo? ¿Pretenden afirmar los testigos que el espíritu de Satanás goza de más cualidades que el de Dios?]

La tercera objeción es similar a la segunda. Viene a decir que el Espíritu Santo ni es Dios ni tiene personalidad, porque de él se afirma en la Biblia que se bebe (lcor 12,14). Ahora bien, puesto que lo que se bebe siempre son sustancias sin personalidad (agua, vino, etc), el Espíritu Santo no es Dios y tampoco tiene personalidad.

Lo cierto es que Pablo, sólo unas líneas antes, ha señalado que los israelitas también bebieron de Cristo, que es un ser personal y también Dios: "Y todos bebieron la misma bebida espiritual, pues bebían de la roca espiritual que les seguía; y la roca era Cristo" (1Cor 10,4) (BJ). Tan claramente desmiente el pasaje la objeción de los testigos, que éstos no han tenido el más mínimo reparo en cambiarlo en su Versión del Nuevo Mundo, donde se dice: "y aquella masa rocosa significaba Cristo"; burda falsificación por otra parte, ya que la palabra griega que aparece en el original es en, es decir "era", y no "significaba". Pero, como ya ha tenido ocasión de comprobar el lector en el capítulo anterior, cambiar versículos de la Biblia para amoldarlos a sus doctrinas es algo habitual en las tácticas de la Wachtower.

Poca, si es que alguna, consistencia presentan estas dos objeciones de los testigos. Pasemos ahora a examinar si efectivamente la Biblia enseña o no la personalidad del Espíritu Santo.


2. El Espíritu Santo es un ser personal

Definir si un ente goza o no de personalidad no plantea ninguna dificultad especial. Es obvio que una fuerza impersonal, como la electricidad, el agua, la energía nuclear, etc., no puede desarrollar actividades propias de los seres dotados de personalidad, ya sean humanos o espirituales. Ahora bien, si la electricidad pudiera revelar, enseñar, guiar, ordenar, interceder, enviar, hablar, etc., ya no nos hallaríamos ante una fuerza impersonal, sino ante un ente personal. Ahora bien, en la Biblia, ¿el Espíritu Santo aparece como una fuerza impersonal, al estilo de la electricidad, según afirman los testigos, o, por el contrario, está ligado indisolublemente a cualidades personales? Pensamos que el propio lector puede sacar sus propias conclusiones a partir de los textos que citamos a continuación a título de ejemplo, razón ésta por la que limitaremos los comentarios sobre los mismos a un mínimo indispensable:

El Espíritu Santo enseña y recuerda. "Mas el ayudante, el espíritu santo, que el Padre enviará en mi nombre, ése les enseñará todas las cosas y les hará recordar todas las cosas que les he dicho" (Jn 14,26) (VNM). ¿Cómo puede enseñar -la palabra griega didásei utilizada aquí contiene la idea de enseñar como maestro- y recordar todo un ente que no tiene ni personalidad?

El Espíritu Santo da testimonio. "Cuando llegue el ayudante que yo enviaré a ustedes del Padre, el espíritu de la verdad, que procede del Padre, ése dará testimonio acerca de mí, y ustedes, a su vez, han de dar testimonio, porque han estado conmigo desde que principié" (Jn 15,26) (VNM). Tanto el Espíritu Santo como los discípulos de Jesús dan testimonio. ¿Cómo es posible que el primero carezca de personalidad y los segundos no? ¿Cómo es posible que un ente carente de personalidad sea el encargado de instruir a seres que sí la tienen?

"El espíritu mismo da testimonio con nuestro espíritu de que somos hijos de Dios" (Rom 8,16) (VNM).

El Espíritu Santo guía a la Verdad. "Sin embargo, cuando llegue aquél, el espíritu de la verdad, él los guiará a toda la verdad, porque no les hablará por su propio impulso, sino que hablará las cosas que oye, y les declarará las cosas que vienen" (Jn 16,13) (VNM).

Las palabras de Jesús transmitidas por el autor del cuarto evangelio no pueden resultar más claras: el Espíritu guiará a toda la verdad; hablará no según su propio impulso, sino lo que oiga, y anunciará el futuro. ¿Puede una fuerza impersonal -como la electricidad- hacer esto?

El Espíritu Santo glorifica. "Aquél (el Espíritu Santo) me glorificará, porque recibirá de lo que es mío y se lo dará a ustedes" (Jn 16,14) (VNM).

El Espíritu Santo dirige la evangelización. "Además atravesaron Frigia y el país de Galacia, porque el espíritu santo les había prohibido hablar la palabra en el (distrito de) Asia" (He 16,6) (VNM).

¿Es siquiera verosímil que una fuerza impersonal pudiera formular prohibiciones y órdenes en relación con un tema como la evangelización?

El Espíritu Santo conduce. "Porque todos los que son conducidos por el espíritu de Dios, éstos son los hijos de Dios" (Rom 7,14) (VNM).

¿Cómo es posible que una fuerza carente de personalidad -como la electricidad- conduzca a personas que sí tienen personalidad, de tal manera que si éstas se someten a su guía pongan de manifiesto que son hijos de Dios?

El Espíritu Santo intercede. "De igual manera el espíritu también acude con ayuda para nuestra debilidad; porque el (problema de) lo que debemos pedir en oración cómo necesitamos hacerlo no lo sabemos, pero el espíritu mismo aboga por nosotros con gemidos no expresados. Sin embargo, el que escudriña los corazones sabe cuál es la intención del espíritu, porque éste aboga en conformidad con Dios por los santos" (Rom 8,26-27) (VNM).

¿Cabe en cabeza humana que un ente sin ninguna personalidad sepa más que seres humanos que sí la tienen? ¿Es lógico pensar que un ente que no tiene personalidad se preocupe hasta el punto de abogar por seres humanos con gemidos que no pueden narrarse? ¿Es siquiera asimilable que un ente sin personalidad abogue además en plena conformidad con lo que Dios desea?

El Espíritu Santo envía. "Por consiguiente, estos hombres, enviados por el Espíritu Santo, bajaron a Seleucia, y de allí se embarcaron para Chipre" (He 13,4).

¿Cómo es posible que un ente sin personalidad pueda enviar a seres que sí la tienen, marcándoles además su itinerario concreto?

El Espíritu Santo toma decisiones en el seno de la Iglesia. "Porque al espíritu santo y a nosotros mismos nos ha parecido bien no añadirles ninguna otra carga salvo estas cosas necesarias" (He 15,28) (VNM).

¿Desde cuándo una fuerza impersonal -como la electricidad- puede tomar decisiones junto a seres humanos?

"Presten atención a sí mismos y a todo el rebaño, entre el cual el espíritu santo los ha nombrado superintendentes, para pastorear la congregación de Dios..." (He 20,28) (VNM).

Pero ¿cómo puede una fuerza sin personalidad nombrar a los obispos para que pastoreen la Iglesia?

El Espíritu Santo provoca la profecía. "Ahora bien, en estos días unos profetas bajaron de Jerusalén a Antioquía. Uno de ellos, por nombre Agabo, se levantó, y por el espíritu procedió a indicar que una gran hambre estaba por venir sobre toda la tierra habitada; la cual de hecho tuvo lugar en el tiempo de Claudio" (He 11,27-28) (VNM).

"Y viniendo a nosotros y tomando el cinturón de Pablo, se ató los pies y las manos y dijo: Así dice el Espíritu Santo: Al varón a quien pertenece este cinturón los judíos lo atarán de esta manera en Jerusalén y lo entregarán en manos de gente de las naciones" (He 21,11) (VNM).

En estos pasajes asistimos a dos ocasiones en que el Espíritu Santo movió a un profeta a predecir el futuro incluso señalando las palabras concretas que debía pronunciar. Las profecías, al contrario de las dadas por testigos, adventistas, mormones o Niños de Dios, se cumplieron. ¿Puede realmente una fuerza impersonal impulsar la profecía hasta el punto de hacer articular las palabras concretas y determinar su cumplimiento?

El Espíritu Santo ordena. "De modo que el espíritu me dijo que fuera con ellos sin dudar nada" (He 11,12) (VNM).

"Mientras ellos estaban ministrando públicamente a Jehová y ayunando, el espíritu santo dijo: "De todas las personas apártenme a Bernabé y a Saulo para la obra a que los he llamado" (He 13,2) (VNM).

¿Cómo es posible que una fuerza impersonal como la electricidad pueda dar órdenes a Pedro, el príncipe de los apóstoles, y a la Iglesia, pronunciando incluso frases completas?

El Espíritu Santo da dones. "Pero la manifestación del espíritu se da a cada uno con un propósito provechoso. Por ejemplo, a uno se le da mediante el espíritu habla de sabiduría, a otro habla de conocimiento según el mismo espíritu, a otro fe por el mismo espíritu, a otro dones de curaciones por ese único espíritu, a otro operaciones de obras poderosas, a otro el profetizar, a otro discernimiento de expresiones inspiradas, a otro lenguas diferentes, y a otro interpretación de lenguas. Pero todas estas operaciones las ejecuta el uno y mismo espíritu. Distribuyendo a cada uno respectivamente así como dispone" (1Cor 12,7-11).

Ahora bien, nosotros nos preguntamos ¿cómo es posible que una fuerza sin personalidad y que, por lo tanto, carece de discernimiento, de sabiduría, de fe, de conocimiento -todas ellas cualidades personales- puede dotar de esos dones a seres humanos? ¿No será precisamente porque sí tiene personalidad y porque además dispone de todas estas cualidades?

El Espíritu Santo revela. "Además, se le había revelado divinamente por el espíritu santo que no vería la muerte antes de que hubiera visto al Cristo de Jehová" (Lc 2,26) (VNM).

Pero ¿cómo puede revelar el futuro a una persona un ente que no tiene personalidad?

El Espíritu Santo habla frases enteras. Hemos visto ya algunos ejemplos en los apartados anteriores, pero vamos a citar alguno más:

"De modo que el espíritu dijo a Felipe: Acércate y únete a ese carro" (He 8,29) (VNM).

¿Cómo puede una fuerza impersonal pronunciar frases coherentes y articuladas que tienen un propósito y que incluso vaticinan el futuro?

El Espíritu Santo puede ser resistido. "Hombres obstinados e incircuncisos de corazón y de oídos, siempre están ustedes resistiendo al espíritu santo; como hicieron sus antepasados antes de ustedes" (He 7,51) (VNM).

Creemos que los textos reproducidos arriba, escasos botones de muestra por otra parte, establecen de manera indiscutible el concepto que los primeros cristianos tenían acerca del Espíritu Santo. Para ellos no era una fuerza activa e impersonal, comparable a la electricidad, como pretende la Wachtower. Por el contrario, el Espíritu Santo no sólo tenia personalidad, sino que además contaba con un papel en la vida de la Iglesia y de los creyentes (papel ya anunciado por el propio Jesús) que dejaba entrever su valor sobrehumano y, como examinaremos con más claridad en el siguiente apartado, divino. Sinceramente no pensamos que se pueda pretender bajo ningún concepto que, a la luz del Nuevo Testamento, el Espíritu Santo es una energía carente de personalidad.


3. El Espíritu Santo es Dios

Ahora bien, ¿muestra con la misma certeza la Escritura que el Espíritu Santo es Dios? Una vez más vamos a dejar hablar a la Biblia, limitando nuestros comentarios a su mínima expresión.

Mentir al Espíritu Santo es mentir a Dios. "Pero Pedro dijo: Ananías, ¿por qué te ha envalentonado Satanás a tratar con engaño al espíritu santo y a retener secretamente parte del precio del campo? Mientras permanecía contigo, ¿no permanecía tuyo?, y después que fue vendido, ¿no continuaba bajo tu control? ¿Por qué te propusiste un hecho de esta índole en tu corazón? No has tratado con engaño a los hombres, sino a Dios" (He 5,3-4) (VNM).

El Espíritu Santo es el mismo Jehová que habló en el Antiguo Testamento. "Así, porque estaban en desacuerdo unos con otros, empezaron a irse, mientras Pablo hacía este único comentario: Aptamente habló el espíritu santo por Isaías el profeta a los antepasados de ustedes diciendo: Ve a este pueblo y di: Oyendo oirán, pero de ningún modo entenderán; y mirando mirarán, pero de ningún modo verán" (He 28,2526) (VNM).

Ahora bien, lo cierto es que Pablo cita de Is 6,8-9; y allí no se dice que hablara el Espíritu Santo, sino el mismo Jehová: "Y empecé a oír la voz de Jehová, que decía: ¿A quién enviaré y quién irá por nosotros? Y yo procedía a decir: Aquí estoy yo. Envíame a mí. Y él pasó a decir: Ve, y tienes que decir a este pueblo: Oigan vez tras vez, pero no entiendan; y vean vez tras vez, pero no consigan conocimiento" (ls 6,8-9).

¿Se equivocaba el apóstol Pablo al identificar a Jehová con el Espíritu Santo, o se equivocan los testigos al decir que el Espíritu Santo no es Dios?

"Por esta razón, así como dice el espíritu santo: Hoy, si ustedes escuchan la propia voz de él, no endurezcan sus corazones como en la ocasión de causar amarga cólera, como en el día de hacer la prueba en el desierto, en el cual sus antepasados me probaron con una prueba, y con todo habían visto mis obras durante cuarenta años. Por esta razón quedé asqueado de esta generación y dije: Siempre se descarrían en su corazón y ellos mismos no han llegado a conocer mis caminos. De modo que juré en mi cólera: No entrarán en mi descanso" (Heb 3,7-11) (VNM).

El autor de la carta a los Hebreos reproduce aquí una extensa cita del Sal 95,7-11, atribuyéndola al Espíritu Santo. Basta ir al Antiguo Testamento para comprobar que el que habla en el mismo es Jehová. Ahora bien, ¿se equivocaba el autor de la carta a los Hebreos identificando al Espíritu Santo con el Jehová del Antiguo Testamento, o se equivoca la Wachtower al decir que el Espíritu Santo ni es Dios ni tiene personalidad?

El Espíritu Santo es Jehová. Por todo lo anterior es fácil de comprender que el Nuevo Testamento identifique al Espíritu Santo de manera clara con el Señor del Antiguo: "Ahora bien, Jehová es el espíritu; y donde está el espíritu de Jehová hay libertad" (2Cor 3,17) (VNM).

La misma Biblia de la Wachtower lo expresa con una claridad tan meridiana que creemos que sobran los comentarios.

Sólo el Espíritu Santo abarca las cosas de Dios. Por todo ello no es de extrañar que en la mente de los autores del Nuevo Testamento, que, como hemos visto, no creían que el Espíritu Santo no fuera Dios ni tampoco pensaban que era una fuerza impersonal, anidara la certeza de que toda la inmensidad de Dios sólo podía ser penetrada por el Espíritu Santo, algo imposible si éste hubiera sido una simple fuerza activa carente de personalidad:

"Porque, ¿quién entre los hombres conoce las cosas del hombre salvo el espíritu del hombre que está en él? Así también, nadie ha llegado a conocer las cosas de Dios salvo el espíritu de Dios" (1Cor 2,11) (VNM).

Porque el Espíritu Santo es Dios, se puede blasfemar contra él. "Sin embargo, cualquiera que blasfemare contra el espíritu santo no tiene perdón jamás, sino que es culpable de pecado eterno" (Mc 3,29) (VNM). [La blasfemia contra el Espíritu Santo es la resistencia frente al mismo. Mientras otros pecados permiten su perdón al no entrañar necesariamente la dureza de corazón, el que se cierra al Espíritu Santo impide que el arrepentimiento entre en su alma y con él la misericordia de Dios.]


4. Conclusión

En opinión del que escribe estas líneas, la doctrina del Espíritu Santo es una de las realidades más hermosas y conmovedoras de las que nos hablan las Escrituras. Activo de manera menos manifiesta en el Antiguo Testamento, es a partir de pentecostés cuando irrumpe con toda su grandeza y poder en la historia de la humanidad.

Cuando el creyente está solo, es el Espíritu Santo el que intercede por él con unos gemidos que no pueden expresarse en términos humanos; cuando siente la duda, clama al unísono con nuestras almas, recordándonos que tenemos un Padre en el cielo; cuando la Iglesia se zarandea en el mar de la historia, él se presta a guiarla y reparte, sin miedo al derroche, sus carismas (en los que la Wachtower no cree) para edificación del cuerpo de Cristo. Ese espíritu abrió la puerta de la Iglesia a los judíos del pentecostés llegados de los lugares más remotos de la tierra; se derramó sobre Cornelio, el primer gentil cristiano, y abrió las rutas del evangelio en medio de una sociedad que, como la nuestra de hoy en día, lo necesitaba ardientemente. Ese espíritu enseña y recuerda la palabra y la obra de Jesús, da testimonio y revela. Sin él no seríamos nada, porque él empolló la vida que había en el fondo de las aguas antes de la creación (Gén 1,2). En su nombre somos bautizados, y él nos sostiene en nuestra vida para que, como hijos de Dios, un día podamos estar con Cristo para siempre. No es de extrañar, pues, que los primeros cristianos lo citaran con profusión en sus oraciones y que ansiaran cada vez más su cercanía; y tampoco es raro que el himno cristiano más hermoso quizá de todos los tiempos, el Veni Creator Spiritus esté dedicado y dirigido a él.

La jactancia de la Wachtower, empero, lo califica simplemente como una fuerza sin personalidad, que se asemeja a la electricidad, que no es Dios, que ya no derrama sus dones sobre el pueblo de Dios. Si en ocasiones la falsedad puede ser externamente hermosa, no es en este caso, porque a la grandeza sublime e inenarrable de las Escrituras sólo ha sustituido una paupérrima caricatura sectaria.

Reflexiones bíblicas sobre la divinidad del Espíritu Santo 
Autor: César Vidal Manzanares 
Fuente: Libro: "Las Sectas frente a la Biblia"
ApologeticaCatolica.org

El poder sanador de Jesús

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Mientras Jesús les estaba diciendo estas cosas, se presentó un alto jefe y, postrándose ante Él, le dijo: “Señor, mi hija acaba de morir, pero ven a imponerle tu mano y vivirá”. Jesús se levantó y lo siguió con sus discípulos.
Entonces se le acercó por detrás una mujer que padecía de hemorragias desde hacía doce años, y le tocó los flecos de su manto, pensando: “Con sólo tocar su manto, quedaré curada”. Jesús se dio vuelta, y al verla, le dijo: “Ten confianza, hija, tu fe te ha salvado”. Y desde ese instante la mujer quedó curada.
Al llegar a la casa del jefe, Jesús vio a los que tocaban música fúnebre y a la gente que gritaba, y se dijo: “Retírense, la niña no está muerta, sino que duerme”. Y se reían de Él. Cuando hicieron salir a la gente, Él entró, la tomó de la mano, y ella se levantó. Y esta noticia se divulgó por aquella región.
Mateo 9, 18-26


La presencia de Jesús es sanadora

Hay presencias y presencias. Reconocemos que hay personas que con su sola presencia convocan, y hay gente que con su sola presencia espanta. Otras que con su presencia alegran, otras que dan confianza, algunas que siembran esperanza. Hay algunas personas que cuando se hacen presentes, uno descubre que la luz los acompaña y pone luz en el ambiente donde dicen aquí estoy.

Hay personas que con su presencia despiertan la esperanza y otras que comunican paz. La presencia de Jesús, es capaz de transformar la vida y devolver la vida. Así nos la presenta el evangelio de hoy.

El hombre que sufre la muerte de su hija, sabe que la presencia de Jesús, su oración y el contacto de Jesús con la niña, le devolverá la vida, la mujer que padece de hemorragia desde hace doce años, sabe que la presencia del Señor, el contacto con el Señor y los flecos de su manto son capaces de sanarla.

La presencia sanadora de Jesús a la luz del evangelio de hoy, desde la sed que hay en esta mujer a partir de su enfermedad histórica, es capaz de curar un mal que padece desde hace tiempo. Esta salud que el Señor comunica y esta transformación de sanidad que Jesús con su presencia regala, quiere llegar y alcanzar también las entrañas más hondas de nuestra vida. Allí donde se entreteje nuestro ser más personal y particularmente allí donde en el más hondo entretejido de lo personal, estamos heridos, enfermos en las heridas que tenemos en el corazón.

Sobre ese lugar quiere venir hoy Jesús. Heridas que se expresan en angustias, en tristezas, que se manifiestan en desencuentros, heridas que se hacen presentes en faltas de horizontes y de esperanzas, heridas profundas que han dejado sembrado el odio, la desconfianza, heridas que en la vida hemos recibido y que en lo vincular nos han distanciado de seres muy queridos, heridas que nos han enfermado psicológica y físicamente. Las heridas que hay en nosotros debemos ponerlas en la presencia del Señor que sana. Y nosotros decir, como el padre de la niña, sólo una palabra tuya es suficiente, nos vasta y nos transforma. Jesús en su palabra transforma y cura las heridas. Las palabras nos regalan su presencia, que toca nuestra vida en donde está golpeada y el Señor allí nos transforma, nos cura y nos sana. Para ser nosotros sanadores heridos o heridos sanados para sanar.

Es bueno identificar las heridas y ponerlas de cara al Señor. Uno puede estar herido de muchas maneras y formas. El Señor viene sobre cualquiera de todas ellas en esta mañana. A sanar y a transformar con su presencia. Una palabra tuya, solo tocar el manto, sólo tu presencia Señor nos cura y nos sana.

¿Cuál de tus heridas quieres presentarle hoy a Jesús? La de tu matrimonio, la de la relaciones con tus hijos, la de tu historia herida, la herida de tu infancia, de tu adolescencia. La herida del presente que te pone de cara a lo que nos toca vivir con una cierta desconfianza. La herida que sembró en tu corazón un determinado odio, bronca, resentimiento.

¿Cuáles son las que impiden que puedas ver con claridad hacia delante y que necesites sacártelas de dentro de ti? Poner las manos del Señor para que cure y para que sane. Invocamos la presencia sanadora de Jesús, y le pedimos que venga a sanar nuestras más profundas heridas.


Orar Sanidad

El padre Emiliano Tardif, que realizó un ministerio realmente de sanidad increíble en su sacerdocio -alguna vez hemos compartido aquel hermoso texto que nos dejó como herencia – Jesús está vivo. Ha hecho más de una oración en orden a la sanidad, y mientras vamos presentando delante de Jesús nuestras heridas más profundas, heridas de muerte con la que la vida nos golpeó y nos dejó paralizados, o nos dejó sin una medida clara, o entristecidos o desilusionados, queremos compartir desde las heridas que hay en nuestro corazón.

“Creemos Jesús que estás vivo y resucitado, creemos que estás presente en el altar, en el sacramento de la Eucaristía, y también creemos que estás en cada uno de nosotros. Te alabamos, te adoramos, te bendecimos por venir hasta nosotros, como pan vivo bajado del cielo. Sos la plenitud de la vida, Jesús, sos la resurrección y la vida, sos Señor, sos salud de los enfermos. Hoy queremos presentarte a todos los que por uno u otro motivo estamos enfermos interiormente y físicamente. Para Ti no hay distancia, en el tiempo, en el espacio. Sos eterno, presente, lo conoces todo. Ahora Señor te pedimos que tengas compasión de nuestras profundas heridas que nos han enfermado, para que podamos reconocer que estás vivo en medio nuestro y que se renueva la fe nuestra y la confianza en vos cuando sentimos que te haces presente para sanar y para curar. Te lo suplicamos Señor. Ten compasión de todos los que sufrimos en el cuerpo, en el corazón, de los que sufrimos en lo profundo del alma. Ahora estamos orando y oímos en nuestro interior lo que nos dices en tu palabra, “Vengan a mí los que están afligidos y agobiados, yo los voy a aliviar”. Siguiendo la invitación tuya, delante de vos nos ponemos. Ten compasión Señor. Te lo pedimos. Bendecidnos a todos, y haz que podamos volver y encontrar salud, que haga crecer nuestra fe y que se vaya abriendo nuestro corazón a las maravillas de tu amor, para que podamos ser tus testigos. Testigos de tu poder y de tu compasión. Te lo pedimos Jesús, por el poder de tus llagas, por tu cruz, por tu sangre. Sánanos Señor, sánanos en el cuerpo, sánanos en el corazón, sánanos en el alma. Danos vida, vida en abundancia. Te lo pedimos por intercesión de María, tu madre, la Virgen de los dolores, quien estaba presente al pie y cerca de la cruz, la que fue la primera en contemplar tus santas llagas. Y nos distes por Madre. Tu nos has revelado que ya has tomado sobre ti todas nuestras dolencias, y por tus santas llagas hemos sido curado.

Hoy Señor, te presentamos en fe a todos nosotros, estamos sedientos y hambrientos de salud. Te lo pedimos por la gloria del Padre del cielo, que nos sanes en las enfermedades. Haz que crezca en nosotros la fe y la esperanza, que recibamos la gloria del nombre tuyo en la salud, para que tu reino se extienda, más y más en los corazones y a través de los signos y prodigios de tu amor. Te pedimos Jesús. Vos sos el buen pastor, somos todos ovejas de tu rebaño, estamos seguros de tu amor y aún antes de conocer el resultado de nuestra oración en la fe, te decimos gracias Jesús, por lo que Tú vas a hacer, en cada uno de nosotros. Gracias Señor”


El amor puede más

Esto es justamente lo que nos regala el texto evangélico de hoy. El amor puede más. Puede más que la enfermedad de la mujer, que hace doce años padece esta hemorragia. Puede más que la muerte de la niña. Puede más que lo que dicen los que rodean al padre, la niña está muerta, no molestes al maestro. Puede más que el llanto de los que rodean el acontecimiento de la muerte. Puede más que la burla que tienen ellos para con Jesús.

El odio enfrenta, la gula hincha, la envidia distancia, la bronca envenena el corazón, la violencia lastima el alma.

El amor convoca, reúne, libera, sana, el amor puede más. Cuando oramos sanidad, oramos pidiendo y evocamos el amor que puede todo. Esta es la conciencia que nos regala hoy el evangelio, al permitirnos encontrar a este Jesús que en su infinita misericordia, lo que toca lo transforma, lo cura, lo sana. Lo ha dicho Jesús hablando de la más grande presencia de amor con la que Él nos ha regalado el misterio del Padre en su propia ofrenda, la ofrenda de su propia vida en la cruz. Cuando sea puesto en lo alto, atraeré a todos hacia mí, porque el amor puede más que toda división, que todo enfrentamiento, que toda enfermedad, que todo mal, el amor puede más que todo, es más fuerte. Es más fuerte el amor que la misma muerte. La cruz como expresión máxima del amor, vence a la más fuerte de las realidades dolorosas con la que el hombre se encuentra. La misma muerte, la muerte ha sido vencida porque el amor es más fuerte que la muerte.

Es lo que el hombre experimenta con mayor dolor, en lo más profundo de su corazón herido, la herida que el pecado dejó como heridas de muerte. Nosotros creemos en El que entregó la vida por amor a nosotros, muriendo en la cruz, y sabemos que en ese lugar, el Señor ha vencido la muerte.

A veces las heridas nos han dejado recuerdos muy dolorosos, de los cuales no nos podemos desprender, vienen como a oscurecer nuestra mirada y entonces entristecen nuestra alma, desdibujan la esperanza, por eso oramos también ahora pidiendo el don de la sanidad en los recuerdos.

“Padre de bondad, Padre de amor, te bendigo y te alabo, te doy gracias porque por amor nos distes a Jesús. Gracias Padre porque a la luz de tu Espíritu, comprendemos que Él es la luz, la verdad y el buen pastor, que ha venido para que tengamos vida y la tengamos en abundancia.

Hoy Padre quiero presentarte…..(presentamos nuestra herida o la persona por la que queremos orar), vos nos conoces a cada uno de nosotros por nuestro nombre, nos presentamos unos y otros, en oración grande, profunda, de intercesión por sanidad. Te pedimos que pongas tus ojos, sobre este pueblo peregrino mariano. Padre de amor, por la entrega de vida de tu Hijo te lo pedimos. Conoces nuestros corazones, las heridas que hay en nuestras propias historias. Vos conoces todo lo que vos has querido obrar en nosotros y has querido hacer y no has podido hacer porque la historia nuestra y nuestra propia rebeldía impidió que así fuera. Vos conoces quienes nos lastimaron, vos conoces sus limitaciones, sus errores, sus pecados, los traumas y complejos de sus vidas, hoy Padre te pedimos por el amor que le tienes a tu Hijo Jesucristo. Derrama tu Espíritu Santo, sobre estos hermanos que nos hirieron, para que el calor de tu amor sanador, transforme sus vidas. Sanando a ellos, sanes nuestros vínculos con ellos. Penetra en lo más íntimo de los corazones de todos, de los que nos hirieron, de los que fuimos heridos, a los que herimos con nuestras vidas, con nuestras omisiones, con nuestros gestos, con nuestros silencios. Vos sanas los corazones destrozados y vendas las heridas. Sánanos Señor Padre Dios. Entra en nuestros corazones Jesús, como entraste en aquella casa donde estaban tus discípulos llenos de miedo. Te apareciste en medio de ellos y les dijiste, tengan paz. Entra en medio de nosotros, danos tu paz, llénanos de tu amor. Sabemos que el amor echa fuera el temor. Pasa por nuestras vidas Señor, sánanos. Sabemos Jesús que vos haces siempre lo que te pedimos, te lo estamos pidiendo junto con María nuestra madre, la que estaba en las bodas de Caná, cuando no había vino, Tú respondiste a su deseo, transformando el agua en vino. También nuestros corazones, danos un corazón grande, generoso, un corazón afable, un corazón lleno de bondad, danos un corazón nuevo. Haz brotar en nosotros los frutos de tu presencia. Danos el fruto del Espíritu que es el amor, la paz y la alegría. Haz que venga sobre nosotros el Espíritu de la Bienaventuranza, para que Él pueda saborear y buscar a Dios, cada día viviendo sin complejos y traumas, junto a todos los que amas y haz puesto a nuestro lado para que amemos. Te damos gracias Señor, porque estás haciendo obras grandes en nuestras vidas por la fuerza que brota tu presencia sanadora en medio nuestro”

escrito por Padre Javier Soteras
(fuente: www.radiomaria.org.ar)

Santo Tomás Moro, un político como Dios manda

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La política bien ejercida es una noble función.

Entre los políticos hay de todo, como en botica, mejores y peores. Los hay que tienen verdadero espíritu de servicio a la comunidad y los hay que sólo van a lo suyo, a enriquecerse, aferrándose al sillón como si fuera una propiedad particular y vitalicia, a cualquier precio.

Es digna de elogio la idea de Juan Pablo II de poner como patrono de los políticos a Santo Tomás Moro. Bueno sería que ahora los interesados se esforzaran en leer su biografía. O si les cuesta mucho leer que procuren ver la película "Un hombre para la eternidad", que recoge bastante bien la vida del santo.

Tomás Moro fue un hombre muy competente en todos los sentidos, inteligente, culto, de carácter afable, querido y apreciado. Y llegó nada menos que a ser Canciller de la Corte de Inglaterra. Pero ante todo era un hombre fiel a sus creencias y a su conciencia. Precisamente por esta fidelidad prefirió la cárcel y la muerte antes que cambiar de chaqueta para complacer al Rey Enrique VIII.

Después de varios meses de encierro en la Torre de Londres, en condiciones lamentables, fue decapitado. No quiso aferrarse al puesto, del que dimitió aunque peligrara el pan de su familia y prefirió morir antes que dejar de ser consecuente con sus principios.

No todo vale para instalarse en el poder.

A la luz de su patrono Tomás Moro, deberían los políticos hacer examen de conciencia:

- Si el político es creyente, ¿es coherente permanecer en el poder a costa de renunciar a los principios fundamentales de su fe?
Conozco políticos que por "intereses" se han alejado de la fe o de la Iglesia, o que han renunciado a la defensa de valores fundamentales para agradar a sus partidos.

- ¿Es ético que un gobernante, llamado a servir a todos, especialmente a los más desfavorecidos, busque ante todo su enriquecimiento personal? ¿Puede en conciencia lavarse las manos y permanecer impasible ante las necesidades y problemas de los demás con tal de no perder el puesto?
Hay políticos que actúan al dictado de las multinacionales o internacionales, que se venden y venden a sus súbditos. Acaso es condición indispensable para ser un buen político basarse en la mentira y la falsedad?

El mensaje de Tomás Moro está claro:

Uno no debe acceder a la política para hacerse rico, ni permanecer en el puesto a cualquier precio.

Como alguien ha dicho, "Santo Tomás Moro fue un mártir de la libertad porque se opuso a la pretensión del poder de dominar sobre las conciencias".

¡Qué ejemplo tan hermoso y qué contraste tan enorme con el mundo de la política rastrera de quienes solo buscan trepar!


Mártir inglés Patrono de los gobernantes y los políticos

Tomás Moro nació el año 1477, y completó sus estudios en Oxford; se casó y tuvo un hijo y tres hijas.

Ocupó el cargo de Canciller del reino. Intimo compañero y amigo personal del rey Enrique VIII, abogado distinguido, notable humanista de gran cultura, amigo de Erasmo, cariñoso padre de familia, caballero simpático por su buen humor y, además católico fevoroso.

Cuando vió que era incompatible con su religión el juramento de sumisión a Enrique como cabeza de la Iglesia en Inglaterra, presentó du dimisión, intentando vivir una vida tranquila con su familia, sin más complicaciones. Pero fue apresado y metido en la Torre de Londres.

A todos los esfuerzos de sus amigos para convencerle de que debía prestar su juramento contestó sencillamente que no podía reconciliarlo con su conciencia.

Cuando su propia mujer le insiste a hacerlo por lo que ella juzgaba que era bien para su casa, le contestó: «¿Cuántos años crees que podría vivir en mi casa?» «Por lo menos veinte, porque no eres viejo», le dijo ella. «Muy mala ganga, puesto que quieres que cambie por veinte años toda la eternidad».

Escribió varias obras sobre el arte de gobernar y en defensa de la religión.

Junto con Juan Fisher se opuso al rey Enrique VIII en la cuestión de su pretendida anulación de matrimonio, fue decapitado el año 1535: Juan Fisher el día 22 de Junio, Tomás Moro el día 6 de Julio, después de quince meses de cárcel donde escribió «Diálogo en tiempo de tribulación». El obispo Juan Fisher, mientras estaba en la cárcel, fue designado cardenal por el Papa Pablo III.

Claro, la fe no es sólo una cuestión de cabeza, de saber, quiero de decir de instrucción o de conocimiento; implica a toda la persona creyente y la lleva a determinaciones prácticas que, en ocasiones «límite», se resuelven con la entrega de la vida.

(fuente: es.catholic.net)

Mis ovejas escuchan mi voz, dice el Señor; Yo las conozco y ellas me siguen.

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Lectura del Santo Evangelio según San Lucas
(Lc 9, 18-24)
Gloria a ti, Señor.

Un día en que Jesús, acompañado de sus discípulos, había ido a un lugar solitario para orar, les preguntó: “¿Quién dice la gente que soy Yo?” Ellos le contestaron: “Unos dicen que eres Juan el Bautista; otros, que Elías, y otros, que alguno de los antiguos profetas que ha resucitado”. El les dijo: “Y ustedes, ¿quién dicen que soy Yo?” Respondió Pedro: “El Mesías de Dios”. El les ordenó severamente que no lo dijeran a nadie.
Después les dijo: “Es necesario que el Hijo del hombre sufra mucho, que sea rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, que sea entregado a la muerte y que resucite al tercer día”.
Luego, dirigiéndose a la multitud les dijo:”Si alguno quiere acompañarme, que no se busque a sí mismo, que tome su cruz de cada día y me siga. Pues el que quiere conservar para sí mismo su vida, la perderá; pero el que la pierda por mi causa, ése la encontrará” .

Palabra del Señor.
Gloria a ti Señor Jesús.

Tres escenas se ven reflejadas en este pasaje: la oración, la realidad de la cruz y lo que implica el seguimiento de Cristo. Jesús nos muestra que la oración no era un accesorio ocasional en su vida, sino algo vital. La oración es necesaria para afrontar todas las circunstancias que se presentan, especialmente para las que están bañadas por la sombra del sufrimiento. Si queremos seguir el ejemplo del Señor, debemos aprender de Él.

1. Había ido a un lugar solitario para orar ¿Por qué recurre constantemente a la oración? ¿Por qué busca lugares solitarios para hacerlo? 
Cristo nos muestra que la oración es importante para la vida misma. Es el alimento del alma, el momento dedicado exclusivamente para dialogar con Dios. Los acontecimientos que vendrán narrados posteriormente en los Evangelios, nos indican que se requiere de mucha fuerza espiritual, algo que se consigue sólo con la oración. Cristo es Dios, es verdad, pero su capacidad humana para afrontar el sufrimiento no era menos que la nuestra. Él necesitó de la oración. ¿Cuánto más nosotros?

2. ¿Quién dice que soy Yo? 
Les pregunta directamente a sus discípulos. Ya han compartido con Él varios meses de discipulado. ¿Quién soy? ¿Por qué me siguen? Pedro le responde. No es coincidencia que el evangelista nos remarque que fue Pedro el que le dijo: "Tú eres el Mesías de Dios". Pedro reconoce en Cristo al Salvador. Hoy, su sucesor, el Papa, continúa su labor ingente de dar a conocer a este Salvador único de la humanidad. Cristo les dice, a continuación, que debe padecer, ser rechazado, entregado a muerte para después levantarse a una nueva vida. Quizá para los discípulos todo esto les sonó muy raro, no esperaban de entrada que el Señor para reinar tuviera que padecer.

3. Si me quieres seguir...  toma tu cruz
La cruz es algo connatural para el cristiano. No hay cristianismo sin cruz y sin resurrección. La cruz viene a redimensionar el dolor humano, a darle un sentido trascendente y eterno. Para los no creyentes, el sufrimiento es una maldición. Para los creyentes, fuente de santificación. Reconocer a Cristo como Salvador implica aceptar la cruz de cada día. Y no sólo aceptarla pasivamente, sino vivirla, abrazarla, utilizarla como puente para llegar a Dios.

Propósito: Daré gracias a Dios por las cruces que me da para llegar a Él.

(fuente: www.regnumchristi.org)

El culto a los santos

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Celebrar a los santos no menoscaba la Gloria de Dios, por el contrario, exalta la obra de la Santa Trinidad que ha querido hacer partícipes a los hombres de su propia santidad.

El culto a los santos es un tema que despierta dudas tanto dentro como fuera de la comunidad de creyentes. La pregunta es simple ¿Por qué si Dios es Único y fuente de toda salvación se rinde culto a seres humanos? ¿Dios necesita intermediarios para prodigar sus gracias a los hombres?

Efectivamente no es una cuestió menor. Católicos y ortodoxos han celebrado por siglos fiestas dedicadas a los santos. Por el contrario, los cristianos de las iglesias de la reforma, han visto en ello una práctica que no responde al Evangelio.

Es cierto que las expresiones populares de veneración a los santos (tan ricas y variadas en diferentes partes del mundo) pueden ser exageradas o estar mestizadas con elementos ajenos al Evangelio. Sin embargo, detrás de esas costumbres que -tal vez- deban ser purificadas, se encuentra la certeza que brinda la Fe de que el Misterio de Dios se refleja en sus santos.

Para poner en claro lo que estamos diciendo, veamos cómo celebra la Iglesia la Eucaristía. A continuación reproducimos el texto del prefacio de santos I (la oración que reza el sacerdote al principio de la plegaria eucarística):

"En verdad es justo darte gracias y deber nuestro glorificarte, Padre Santo, porque manifiestas tu gloria en la asamblea de los santos, y, al coronar sus méritos, coronas tu propia obra. Tú nos ofreces el ejemplo de su vida, la ayuda de su intercesión y la participación en su destino, para que, animados por su presencia alentadora, luchemos sin desfallecer en la carrera y alcancemos, como ellos, la corona de gloria que no se marchita, por Cristo, Señor nuestro. Por eso, con los ángeles y arcángeles y con la multitud de los santos, cantamos sin cesar el himno de alabanza"

En esta oración, en cierta medida, se condensa toda la teología y el sentido del culto que la Iglesia rinde a los santos.

Se glorifica al Padre, Santo y fuente de toda santidad. Esa santidad se manifiesta en los santos, personas que han vivido su vida cristiana hasta un grado heroico, que han respondido con su libertad a la sobreabundante Gracia de Dios. Son hombres y mujeres que han hecho de su existencia una verdadera alabanza a la Santísima Trinidad. Nos referimos tanto a aquellos que son reconocidos públicamente por medio de una canonización como a la muchedumbre de santos "anónimos" que viven en Dios (1).

Ciertamente que la gloria de Dios se manifiesta en toda la creación, pero en los hombres cobra una relevancia especial, pues la creación y redención de la humanidad es la coronación de su obra. Resplandece entonces en las santos la Gloria de Dios, se refleja en ellos como la luz del sol en la superficie de la Luna.

Al coronar sus méritos, coronas tu propia obra. Hay realmente mérito en la persona que ha abierto su corazón a la Gracia de Dios, que ha sido rescatada y elevada en Cristo. Sí, porque la libertad humana nunca queda abolida, por el contrario, la Gracia restaura una libertad oscurecida por el pecado y la plenifica, Por ello mismo, reconocer los méritos de los santos no disminuye la obra de Dios, la exalta. "Todo es Gracia", afirmaba San Agustín, incluso la libertad.

La Iglesia, Cuerpo de Cristo, es una unidad espiritual donde los santos constituyen aquella porción que ya goza de la plenitud de la salvación. Pero unidos a todos los que formamos parte de ese Cuerpo (Que vive únicamente de Cristo, su Cabeza), los santos son verdaderos ejemplos de vida y santidad para los creyentes; alaban a Dios en su gloria unidos a la Iglesia terrena y así como aquí pedimos en nuestras oraciones por otras personas, los santos interceden por quienes aún peregrinamos en este mundo. Además son un estímulo para alcanzar las promesas de Dios pues ellos han recorrido con éxito el camino estrecho que conduce a la "Vida".

Grande es el Misterio de la Redención, por el que La Santísima Trinidad ha querido hacernos partícipes de su gloria, los santos son la primicia de lo que espera a quienes- en palabras del apóstol Pablo- concluyen su carrera y conservan la Fe.

Por eso la oración que continúa al prefacio es un himno de alabanza al Único Dios, fuente de toda santidad, un himno con el que la Iglesia terrena suma su voz a la iglesia celestial:

Santo, Santo, Santo es el Señor, Dios del Universo. Llenos están el cielo y la tierra de tu gloria. Hosanna en el cielo. Bendito el que viene en nombre del Señor.

M.N. © Yo Creo

(1) En la fiesta de Todos los Santos se celebra tanto a los reconocidos por la iglesia, como a los hombres y mujeres que han vivido santamente y ya gozan de la presencia de Dios aunque sus nombres sean desconocidos para nosotros.

"Jóvenes: ¡sean valientes y vayan contracorriente!"

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Llamado del papa durante el rezo del Ángelus

Ciudad del Vaticano, 23 de junio de 2013 (Zenit.org) Este domingo al mediodía, el papa Francisco se asomó a la ventana del Palacio Apóstolico Vaticano para rezar el Ángelus con los fieles.

Ante la Plaza de San Pedro, visitada por una gran cantidad de peregrinos, el santo padre resaltó la vida de los mártires en la Iglesia, sea quienes dan la vida por el evangelio, como quienes lo hacen en el "martirio de la cotidianidad".

Ofrecemos a nuestros lectores el texto del papa.

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¡Queridos hermanos y hermanas!

En el evangelio de este domingo resuena una de las palabras más incisivas de Jesús: "El que quiera salvar su vida la perderá, pero quien pierda su vida por mi causa, la salvará" (Lc. 9,24).

He aquí un resumen del mensaje de Cristo, y se expresa en una paradoja muy eficaz, que nos hace conocer su forma de hablar, casi nos hace sentir su voz ...

Pero ¿qué significa "perder la vida por la causa de Jesús"? Esto puede suceder de dos maneras: ya sea explícitamente confesando la fe, o defendiendo implícitamente la verdad. Los mártires son el mejor ejemplo de perder la vida por Cristo. En dos mil años, son una legión inmensa los hombres y las mujeres que sacrificaron su vida para permanecer fieles a Jesucristo y al evangelio.

Y hoy en día, en muchas partes del mundo, hay muchos, más que en los primeros siglos, muchos mártires que dan su vida por Cristo, que son llevados a la muerte por no renegar de Jesucristo. Esta es nuestra Iglesia. ¡Hoy tenemos más mártires que en los primeros siglos!

Pero también existe el martirio cotidiano, que no implica la muerte pero eso también es un "perder la vida" por Cristo, cumpliendo con su deber con amor, según la lógica de Jesús, la lógica del don y sacrificio. ¡Pensemos en la cantidad de papás y mamás que cada día ponen en práctica su fe, ofreciendo concretamente la propia vida por el bien de la familia! ¡Pensemos en todos ellos! ¿Cuántos sacerdotes, frailes y religiosas desarrollan con generosidad su servicio por el Reino de Dios? ¿Cuántos jóvenes renuncian a sus propios intereses para dedicarse a los niños, a los discapacitados, a los ancianos..?. ¡Estos también son mártires! ¡Mártires cotidianos, mártires de la vida cotidiana!

Y luego hay tanta gente, cristianos y no cristianos, que "pierden la propia vida" por la verdad. Y Cristo dijo: "Yo soy la verdad", por lo tanto, quien sirve a la verdad sirve a Cristo.

Una de estas personas, que dio su vida por la verdad, es Juan el Bautista: propiamente mañana, 24 de junio, es una gran fiesta, la solemnidad de su nacimiento. Juan fue elegido por Dios para preparar el camino delante de Jesús, y lo ha presentado al pueblo de Israel como el Mesías, el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo (cf. Jn. 1,29). Juan se dedicó por completo a Dios y a su enviado, Jesús.

Pero al final ¿qué fue lo que pasó? Murió por la causa de la verdad, cuando denunció el adulterio de Herodes y Herodías. ¡Cuántas personas pagan un alto precio por su compromiso con la verdad! ¡Cuántos hombres justos prefieren ir contra la corriente, para no negar la voz de la conciencia, la voz de la verdad! ¡Personas rectas, que no tienen miedo de ir contracorriente! Y nosotros, ¡no debemos tener miedo!

Y a ustedes jóvenes, les digo: No tengan miedo de ir contracorriente, cuando les quieran robar la esperanza, cuando les propongan esos valores dañados, que son como una comida descompuesta, y cuando una comida está descompuesta nos hace mal; estos valores nos hacen mal. ¡Debemos ir contracorriente! Y ustedes jóvenes, sean los primeros: vayan contra la corriente tengan esa altura de ir contra la corriente, ¡Adelante, sean valientes y vayan contracorriente! ¡Y siéntanse orgullosos de hacerlo!

Queridos amigos, acojamos con alegría esta palabra de Jesús. Es una regla de vida propuesta a todos. Y que san Juan Bautista nos ayude a ponerla en práctica. En este camino nos precede, como siempre, nuestra Madre, la Santísima Virgen María: ella ha perdido su vida por Jesús, hasta la Cruz, y lo recibió en plenitud, con toda la luz y la belleza de la Resurrección. Que María nos ayude a hacer siempre nuestra la lógica del evangelio.

Recuerden bien: ¡No tengan miedo de ir contra la corriente! ¡Sean valientes! Y así, como no queremos comer una comida en mal estado, no carguemos con nosotros estos valores que están deteriorados y que arruinan la vida, y que quitan la esperanza. ¡Vamos adelante!

Traducido por José Antonio Varela V.
(23 de junio de 2013) © Innovative Media Inc.

24 de junio: Día del Exalumno Salesiano

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El grupo de los exalumnos empezó a adquirir consis­tencia cuando aún vivía Don Bosco. Su comienzo puede situarse en 1870 con ocasión de su fiesta: el 24 de junio. Aquel año se reu­nieron oficialmente una docena de exalumnos; nombra­ron como jefe a Carlos Gastini, que siem­pre tuvo el oratorio como a su segunda familia y se comprometieron a buscar más miembros. Nombraron una comisión que organiza­ra mejor en adelante aquellas manifestaciones anuales de afecto y gratitud.

De ese modo, la fiesta creció de año en año, y se convirtió en verdadero triunfo de la gratitud. Algunos años después hubo que dividirla en dos: el domingo, para los antiguos alumnos seglares, y el jueves para los antiguos alumnos sacerdotes, que no eran po­cos, y a quienes el buen padre recomendaba continuamente el cuidado de la juventud. Poco a poco, sobre todo después de morir Don Bosco, se fueron creando grupos locales, uniones y sociedades, hasta que se realizó la verdadera organización por obra del venerable don Felipe Rinaldi.

El período que va de 1870 a 1883, es decir, los diecisiete años de relaciones directas con Don Bosco, fueron un mo­mento primordial sobre el que reflexionar. Podemos ver con mayor claridad el significado del título de pertenencia a la fami­lia en virtud de la educación recibida.

Sabemos lo mucho que quería Don Bosco a sus alumnos. Al terminar su educación, no los olvidaba: los seguía, les ayudaba, los invitaba, los acogía, los confortaba, continuaba orientándo­los, los avisaba si era preciso, se preocupaba de su bien, sobre to­do .espiritual. "Veo — les dijo en una de las numerosas reuniones — que muchos de vosotros ya estáis calvos, peináis canas, y te­néis la frente surcada de arrugas. Ya no sois los muchachos que yo tanto quise; pero siento que ahora os quiero más que enton­ces, porque con vuestra presencia me aseguráis que están firmes en vuestro corazón los principios de nuestra santa religión, que os enseñé y son la guía de vuestra vida. También os quiero más porque me hacéis ver que vuestro corazón está siempre por Don Bosco (...) pues yo os digo que soy totalmente vuestro en las obras y en los pensamientos, en todas mis acciones (...) Erais una grey pequeña; pero ha crecido, ha crecido mucho, y seguirá mul­tiplicándose. Seréis luz que brilla en el mundo; con vuestro ejem­plo enseñaréis a otros cómo hay que hacer el bien y detestar y huir el mal. Estoy seguro de que continuaréis siendo el consuelo de Don Bosco".

Y en otra ocasión: "Lo que más os recomiendo, queridos hi­jos, es que estéis donde estéis, seáis siempre buenos cristianos y hombres cabales (...) Muchos de vosotros ya tenéis familia. Pues bien, haced partícipes de la educación recibida de Don Bosco en el oratorio a vuestros seres queridos".

En aquellas reuniones de antiguos alumnos el querido padre — afirma el canónigo Berrone — "nunca dejaba de animarlos a conservar en medio de la sociedad el espíritu del oratorio. Mu­chos de ellos acudían a él en aquella circunstancia para pedirle consejo".

En 1883, durante su viaje a París, Don Bosco, hablando de su método de educación, respondió a quien manifestaba dudas so­bre la perseverancia de los jóvenes artesanos cuando salieran del oratorio e ingresaran en el ejército o en el mundo del trabajo: "En Turín — dijo — el sábado por la noche y el domingo por la mañana, vienen muchos (a confesarse). En el ejército italiano sa­ben muy bien que los que proceden de nuestros talleres son prac­ticantes, y los llaman «boscos». Los hay en todos los grados de la milicia".

El 26 de julio de 1884, a modo de testamento recomendaba a los antiguos alumnos: "Dondequiera que vayáis y estéis, recor­dad siempre que sois hijos de Don Bosco, hijos del oratorio (...) Dichosos vosotros, si no olvidáis nunca las verdades que procuré grabar en vuestro corazón cuando erais pequeños".


Confederación Mundial De Los Exalumnos De Don Bosco

QUIENES SOMOS:

Somos un Movimiento Internacional de jóvenes y adultos, de ambos sexos: Somos los Exalumnos de Don Bosco.

En verdad "De Don Bosco" es la clave de lectura de nuestro ser Exalumnos, porque somos miembros de la Familia Salesiana, en virtud de la educación que hemos recibido y de nuestra fidelidad a Don Bosco.

La Confederación Mundial reagrupa Exalumnos y Exalumnas sin distinciones étnicas o de religión, dando a la Confederación un aspecto de internacionalidad y de solidaridad, promoviendo la formación permanente de sus miembros y favoreciendo la educación de los jóvenes , especialmente los más pobres, según el método educativo de Don Bosco.


EXALUMNOS DE DON BOSCO

Son jóvenes obreros, estudiantes universitarios o profesionistas, cuya edad va de los 17 a los 30 años, comprometidos en trabajos de voluntariado, en los oratorios, en trabajo pastoral de los jóvenes, en el deporte y en la educación en el campo social y político etc.

Los Exalumnos de Don Bosco se esfuerzan por construir un mundo mejor.

La Asociación además, se presenta como un instrumento, no secundario, de la difusión de la acción educadora de la Congregación.

Los Exalumnos se sienten comprometidos con sus familias, en la escuela, en las comunidades en las que viven, no sólo como simples oficiales o empleados, más bien como personas libres asociadas, para poder defender y poner en práctica los valores humanos recibidos durante su formación salesiana.

Por esta razón, se organizan en Uniones Locales para trabajar, juntos y unidos, para la construcción de un futuro digno de la persona humana.

Forman parte también de los Exalumnos de Don Bosco, los adultos de más de 30 años quienes integrados a las Uniones Locales, trabajan por los jóvenes, y al mismo tiempo tratan de reafirmar su educación, y de poner a fructificar sus posibilidades:

- Intercambiar sus experiencias con otras regiones o Países;

- Coordinar sus actividades y comentar públicamente las prioridades;

- Buscar los medios para llevar a término estas finalidades;

- Ya que son Cristianos y Creyentes, tratan de celebrar su fe en Dios y en Jesús Cristo; se reúnen para condividir sus experiencias de fe mediante la liturgia, es decir:

* Una Fe que los impulse a buscar a Dios y el sentido de la vida;

* Una profunda esperanza en Jesús Cristo y en la fe que profesan;

* Un compromiso para la libertad y la enculturación;

* La no violencia;

* Colaboración con los jóvenes;

* Una activa participación en la vida de la Iglesia.

(fuentes: www.sdb.org; donboscoexsal.com.gt)

Los embriones olvidados de la fecundación artificial

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¿Cuántos mueren al año? La sociedad está a oscuras respecto del verdadero drama que ocurre en las clínicas de fertilidad (Publicado el 14 de diciembre de 2009).

¿Cuántos miles de embriones mueren desde el uso de las técnicas de fecundación artificial? Un estudio publicado en 2009 por la Sociedad Europea de Reproducción humana y Embriología (en inglés, European Society of Human Reproduction and Embryology, ESHRE) puede darnos una idea, aunque bastante incompleta, de la situación.

El estudio se refiere a 30 países (29 de Europa a los que se agrega Turquía), con datos de los tratamientos realizados en 2005. Ha sido publicado en la revista Human Reproduction (vol. 24, año 2009, páginas 1267-1287), con el título «Assisted reproductive technology and intrauterine inseminations in Europe, 2005: results generated from European registers by ESHRE». En el mismo se recoge la información facilitada por un buen número de clínicas (923), si bien no son todas las que existen en los 30 países objeto de estudio (que serían 1134 clínicas, en ese año 2005, según se indica en la tabla III, p. 1271).

Vamos a fijarnos en la información ofrecida sobre dos técnicas: la fecundación in vitro (en inglés, IVF, que será la abreviación que usaremos en adelante, en vez de la forma española FIV), y la inyección intracitoplasmática de espermatozoides (ICSI). Tendremos también presentes algunos datos sobre el uso de embriones congelados obtenidos después de haber recurrido a la IVF o a la ICSI.

En las estadísticas ofrecidas en el estudio destaca un vacío importante: no se facilita información precisa sobre el número total de embriones implicados en los distintos procedimientos. La mayoría de las tablas organizan los datos alrededor de los ciclos tratados, las aspiraciones de óvulos, las transferencias, los embarazos clínicamente constatados y los partos. Sólo la tabla V (p. 1273) alude a cuántos embriones fueron transferidos (1, 2, 3, 4 ó más embriones) en cada intervención. En ningún momento se ofrecen datos sobre el número de óvulos extraídos en los ciclos tratados, ni sobre cuántos embriones fueron “producidos” gracias a la IVF o a la ICSI en el laboratorio, ni sobre cuántos embriones fueron congelados como “sobrantes” o disponibles para futuros tratamientos, ni sobre cuántos embriones murieron o fueron destruidos intencionalmente por el personal técnico implicado (con o sin permiso de los padres de esos embriones).

A pesar de que las omisiones anteriores no permiten conocer el número exacto de embriones que mueren tras el recurso a estas técnicas, es posible hacerse una idea de la situación desde los demás datos hechos públicos por la ESHRE.

En los 30 países indicados, durante el año 2005 hubo 108.769 aspiraciones registradas para la IVF entre quienes enviaron datos (tabla VI, p. 1274). De ese número, se baja a 96.729 transferencias y a 29.302 embarazos clínicamente constatados. Es evidente que entre transferencias y embarazos se ha producido la muerte de miles de embriones (más de 67.427, como explicaremos con ayuda de la tabla V, pues en muchos casos son transferidos dos o más embriones). La tabla no permite conocer cuántos embriones fueron producidos tras las aspiraciones de óvulos y, por lo tanto, no da una idea del número de embriones “perdidos” (nunca transferidos) en los más de 12.000 mujeres que empezaron el tratamiento pero sin llegar a recibir en su seno a ningún embrión.

La tabla VI facilita información parcial sobre el número de partos (nacimientos) obtenidos gracias a la IVF, por la falta de datos de algunos países. Podemos hacernos una idea de cuántos embriones y fetos cuya implantación fue constatada y luego fallecieron desde los datos de algunos países que enviaron información al respecto. En Gran Bretaña, de los 4.182 embarazos constatados hubo 3.698 nacimientos. En Francia, de 4.969 embarazos pasamos a 3.752 nacimientos. En Alemania, de 3.116 embarazos se obtienen 1.924 nacimientos. En Italia, de 1.724 embarazos se llega a 717 nacimientos (es decir, menos de la mitad de los embriones sobrevive en el seno materno). En España se nota una alta mortalidad de hijos: de 1.292 embarazos sólo se produjeron 437 nacimientos (como en el caso de Italia, menos de la mitad sobrevivieron). Queda claro que son muchos los embriones y fetos que mueren tras la constatación del inicio del embarazo clínico.

Por lo que respecta a la ICSI (tabla VII, p. 1275, que tampoco ofrece datos completos), de las 194.156 aspiraciones registradas se pasa a 179.012 transferencias de embriones, y la cifra baja a 55.305 embarazos clínicamente constatados. Es decir, que entre transferencias y embarazos han muerto más de 123.707 embriones, teniendo en cuenta, como vamos a explicar en seguida, que en más de la mitad de las intervenciones son transferidos como mínimo dos embriones. Además, y de modo semejante a como vimos en la IVF, entre el embarazo y el parto también se pierden miles de embriones en la ICSI (según los datos, no de todos los países, ofrecidos por la misma tabla VII). Por ejemplo, en Gran Bretaña se pasa de 4.076 embarazos clínicos a 3.630 nacimientos; en Italia, de 4.511 a 1.958 (una mortalidad ampliamente superior al 50 %); en Francia, de 7.296 a 5.639; en Alemania, de 7.324 a 4.655; en España, de 7.206 a 3.190 (de nuevo notamos que en España mueren más de la mitad de los hijos entre el embarazo y el parto).

Fijémonos ahora en los números de embriones transferidos (sumando tanto el uso de la IVF como el de la ICSI) con la ayuda de la tabla V (p. 1273), que tampoco recoge los datos de todos los países. Según dicha tabla, en un total registrado de 236.480 intervenciones fueron transferidos 486.981 (quizá más) embriones. La cifra tan elevada se debe al hecho de que junto a las 47.348 transferencias de un único embrión, hubo 132.683 transferencias de dos embriones, 50.841 de tres embriones, y 5.436 de cuatro o más embriones (la suma ofrecida arriba, 481.981 embriones, supuso el número de cuatro embriones para esas 5.436 transferencias de cuatro o más embriones, pero queda claro que la cifra puede ser ligeramente mayor).

Comparemos los datos sobre partos en algunos países (en IVF y en ICSI simultáneamente, desde la información de las tablas VI y VII, pp. 1274-1275) con los datos de embriones transferidos (tabla V, p. 1273). Por ejemplo, en Gran Bretaña fueron transferidos 52.987 embriones (la gran mayoría en transferencias de dos embriones), mientras que hubo sólo 7.328 partos. En España fueron transferidos 49.630 embriones, y hubo sólo 3.627 partos. Las cifras hablan por sí mismas del gran número (en España, seguramente más del 90%) de embriones fallecidos entre la transferencia y el parto.

Pasemos ahora a considerar el tema del uso de embriones congelados, con la información ofrecida en la tabla VIII (p. 1276). Tampoco aquí tenemos datos completos, pero se hace evidente la enorme pérdida de embriones simplemente al constatar que de los 72.347 procesos de descongelación de embriones (no sabemos cuántos embriones fueron descongelados en cada proceso), se realizaron 70.151 transferencias, y se lograron sólo 13.719 embarazos clínicamente constatados. Es decir, salta a la vista la pérdida de más de 56.432 embriones sólo entre la transferencia y el inicio del embarazo clínico (seguramente más, pues se transfieren en muchos casos dos o más embriones). A esa cifra hay que sumar los embriones y fetos que mueren entre el embarazo clínico y el parto (la tabla VIII no ofrece totales de nacimientos por carecer de datos para algunos países).

Las cifras que acabamos de recoger hacen evidente que estamos hablando de números sumamente altos, si bien el estudio de la ESHRE no permite llegar a datos globales precisos, como ya dijimos. En un intento de síntesis aproximada, y sólo respecto a la IVF y a la ICSI (incluyendo el uso de la descongelación de embriones), resulta claro que entre la transferencia y la constatación del embarazo clínico se producen 247.566 “fracasos”, muchos de ellos con la muerte de dos o de tres embriones, por lo que podemos hablar de la muerte de más de 300.000 embriones en 2005 en esa fase, según la información facilitada por las clínicas que participaron en el estudio (como dijimos, no son todas las clínicas activas ese año).

Por lo que respecta a la suerte de los 98.326 embarazos clínicamente constatados (IVF, ICSI y uso de embriones congelados), también se pierden miles y miles de hijos, en un número difícilmente determinable, sea por la falta de datos completos, sea por los casos de embarazos inicialmente gemelares o plurigemelares que concluyen con la muerte de uno (o de varios) de los gemelos y el nacimiento de otro (o de varios), sea porque el número de partos gemelares es en muchos casos ligeramente superior al 20% de todos los nacimientos que se producen tras el recurso a la IVF y a la ICSI. Siendo minimalistas, podríamos hablar de entre 25.000 y 40.000 muertes durante 2005 en la fase que va desde la constatación del embarazo en adelante.

Uniendo estos últimos datos y el anterior, estamos hablando de entre 325.000 y 340.000 embriones muertos, sin contar, hay que decirlo de nuevo, con los embriones fallecidos en los procesos de descongelación.

Queda por analizar, hay que repetirlo, el dato más importante, sobre el cual el artículo considerado guarda un silencio completo: ¿cuántos miles y miles de embriones han sido producidos en los laboratorios, y luego congelados, o destruidos, o descartados por motivos eugenésicos (por tener baja calidad, por no tener el sexo deseado por sus padres, etc.), o simplemente fallecidos “de muerte natural” durante el periodo de su vida en probeta? Hacer suposiciones implica el riesgo de caer en errores graves, sea por exceso, sea por defecto. Lo cierto es que la sociedad está a oscuras respecto del verdadero drama que ocurre en las clínicas de fertilidad.

Es cierto que en el estudio ofrecido por la ESHRE sobre las clínicas de fertilidad no se ofrecen datos sobre esos miles y miles de muertes “in vitro”. Lo único que el estudio evidencia son los cambios respecto a algunas variables (aumento del número de clínicas que participan en la recogida de información, de ciclos tratados, de porcentajes de nacimientos, aumento de la ICSI respecto de la IVF, disminución del número de transferencias de varios embriones, etc.).

Por otra parte, es obvio que las mismas clínicas no suelen hacer pública información acerca de cuántos cientos de embriones mueren al año, pues tienen como uno de sus objetivos atraer a las parejas estériles o con problemas de diverso tipo a través de datos “positivos” sobre el nivel elevado de “éxitos”; es decir, evidencian el porcentaje de hijos que nacen según cada técnica, no los porcentajes de embriones fallecidos: nunca es buena publicidad poner números (y muy elevados) de fracasos.

Surge aquí la pregunta: la inmensa alegría de tener un hijo entre los brazos, ¿es motivo suficiente para olvidar la muerte de cientos de miles de otros hijos que se “pierden” en el uso de las técnicas de reproducción artificial?

En el Manifiesto de Zaragoza, preparado y publicado como culminación del IV Congreso Internacional Provida (Zaragoza, 6-8 de noviembre del 2009), se tuvo el valor de calificar al aborto como “mega-genocidio”. En unas líneas que se refieren explícitamente a la fecundación artificial, el Manifiesto aludía al hecho de que “diversas prácticas de fecundación artificial, donde según las estadísticas más fiables sólo nacen poco más del 4% de los embriones, seres humanos (...) provocan un número difícilmente determinable de víctimas”.

Hay que reconocer con números y con valentía que la legalización de las técnicas de reproducción artificial ha provocado y sigue provocando en Europa y en muchos otros países del mundo un mega-genocidio de embriones que no conocemos en sus precisas proporciones y que debe ser denunciado con firmeza por quienes desean tutelar la dignidad de cualquier vida humana, sin excepciones.

(fuente: www.forumlibertas.com)

Mons. Lozano: "Hay que mostrar la belleza de la fe a los jóvenes"

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Lunes 24 Jun 2013 Gualeguaychú (Entre Ríos) (AICA) El obispo de Gualeguaychú y presidente de la Comisión Episcopal de Pastoral Social, monseñor Jorge Lozano, reflexionó en su columna dominical sobre las situaciones que amenazan la vida y el futuro de la juventud.

El prelado rescató a la juventud como el período en el que se proyectan y se forjan sueños e ideales para uno mismo y para el mundo. "Y también, por qué no decirlo, esos ideales abarcan el deseo de una Iglesia más cercana a ellos y a la gente, que apoye y acompañe el camino de la humanidad", añadió.

Desde aquí, hizo mención al XXVIII Encuentro de diócesis de Frontera, que se realizó hace un mes con la partipación de 14 diócesis de la Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay. Recordó que el encuentro sirvió de preparación a la Jornada Mundial de la Juventud de Río de Janeiro 2013, en la que el Papa estará presente, y que también propuso meditar sobre los riesgos que acechan a los jóvenes.

Monseñor Lozano recordó las situaciones de violencia, la percepción social del joven como amenaza y la discriminación; la desocupación, el subempleo y la inserción laboral prematura, con el consecuente abandono del estudio; el tráfico de personas, las políticas que promueven visiones "disgregadas" de la sexualidad, la iniciación sexual prematura y la maternidad y paternidad precoz.

Desde aquí, invitó a que el miedo no paralice las respuestas positivas, y animó mostrando que también hubo propuestas, como promover el encuentro con Jesús, cambiar las estructuras caducas, renovar la pastoral juvenil, formar adultos capaces de acompañar a los jóvenes.

"Hay que mostrar la belleza de la fe y de la vida comunitaria -resumió el obispo-. Sin duda tenemos grandes desafíos por delante. La Jornada Mundial de la Juventud será ocasión de alentarnos en la fe y renovar el rostro joven de la Iglesia".+

¿Te sucede que no escuchas ni ves nada en la oración?

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Con frecuencia sucede que no ves ni escuchas nada en la oración, pero mira cómo la Palabra de Dios se deja ver y oír en los íconos. Quisiera compartir lo que he orado durante muchas horas contemplando el Ícono del Costado traspasado. Se trata de una explicación sencilla de los elementos más importantes contenidos en esta imagen.

Cuando contemplé por primera vez el Ícono de Cristo Esposo quedé cautivado. El modelo original de este ícono apareció en torno al siglo XII en oriente. Al que ahora les presento lo he llamado Ícono del Costado traspasado. Pedí que lo escribiera, con sus particularidades, al iconógrafo Gerardo Zenteno, de Chile, para la puerta del sagrario de la ermita del Sagrado Corazón que acabamos de construir en Chilapa, Veracruz.



Explicación del Ícono del costado traspasado

Con la vista entramos en la intimidad de las personas y ellas en la nuestra. Mirando nos acercamos al otro y establecemos un diálogo sin que hayamos pronunciado aún palabra alguna. ¡Los ojos dicen tanto! Comunican gozo, dolor, paz, compasión, confianza, aceptación, amor... Y transmiten también odio, rencor, indiferencia, autosuficiencia, resentimiento, rechazo... Mirar es un evento interior que conduce al encuentro.

Contemplar un ícono en actitud orante, no es sólo mirar figuras y colores sino leer la Palabra de Dios a través de la imagen. La imagen habla de Dios, irradia la verdad de Cristo, la miramos y evoca Su presencia, nos introduce a la mirada de fe.

Juan Pablo II definió los íconos como: "una admirable síntesis del arte y de la fe, que eleva el alma hacia el Absoluto en fusión única de colores y de mensaje" (Roma, 1 de diciembre de 1989). El ícono nos introduce al misterio, "Contemplamos como en un espejo la gloria del Señor" (2 Co 3,18). "La belleza y el color de las imágenes estimulan mi oración." (San Juan Damasceno)

Una mirada contemplativa sobre el Ícono del Costado traspasado nos ayuda a gustar interiormente el amor de Jesucristo; nos invita a ser como la Virgen María en su actitud orante; nos conduce al diálogo y al encuentro con Cristo Eucaristía.

En una sola imagen está contenido todo el misterio pascual: pasión, muerte y resurrección del Señor. Las llagas y la sangre de la pasión, la cruz, el paño blanco que simboliza la luz que triunfa sobre las tinieblas del pecado y de la muerte. Dolor y gozo. Cristo luce sereno, con la paz de quien ha cumplido su misión. Las manos de Jesucristo atadas voluntariamente, sin cuerdas: es Cristo en los sagrarios, libremente prisionero para estar siempre a nuestro lado (Mt. 28,20)

"Un crucifijo en el que en modo alguno pudiera entreverse el elemento pascual sería tan erróneo como una imagen pascual que olvidara las llagas de Cristo y la actualidad de su sufrimiento. En cuanto centrada en los aspectos pascuales, toda imagen de Cristo es siempre ícono de la Eucaristía. Es decir, esta imagen remite a la presencia sacramental del misterio pascual" (Card. Josep Ratzinger, Introducción al espíritu de la liturgia, ed. Paulinas, Colombia 2001, pp. 109-110).

Jesucristo, con toda humildad, se recarga en su mamá. María le da amor: es figura de las personas que visitan y reciben a Cristo Eucaristía; Él se deja consolar para consolarnos, se deja amar para que nos sintamos muy amados, como Juan al recostarse en el pecho de Jesús en la última cena (cf Jn 13, 23 y 25, Jn 21, 20).

Los ojos cerrados de Jesucristo nos invitan a verlo con una nueva mirada, la mirada de la fe, necesaria para creer y reconocer al Resucitado en la Eucaristía, en Su Palabra y en el prójimo. Los oídos cubiertos de María y su boca pequeña simbolizan la escucha interior del contemplativo; María es la que escucha la Palabra de Dios (cf Lc 11, 28): no hemos de buscarlo fuera, sino dentro, en la intimidad del corazón, donde Él habita desde el día de nuestro bautismo.

Cristo resucitado no se avergonzó de sus heridas, las de su Cuerpo Místico que es la Iglesia: "Ven acá y mete tu mano en la herida y ve que soy yo" (cf Jn 20,27). Las manos de María señalan el costado traspasado: una herida fecunda, fuente de gracias, de los sacramentos ("Al instante salió sangre y agua" (Jn 19, 34); "Sacaréis aguas con gozo de las fuentes de la salvación"(Is 12,3); la herida nos llama a penetrar en su intimidad y a conocerle por la experiencia de su Divina Misericordia. Las heridas de las manos son notables; representan la profundidad y evidencia de nuestro pecado, y a la vez la abundancia de la misericordia de Dios que nos lava con su sangre: miseria nuestra y Misericordia Divina, amor a quien no lo merece.

El rostro doliente de María y su mirada misericordiosa responden a las ofensas que nosotros, sus otros hijos, hicimos a Su Hijo: amor, reparación y penitencia.

María viste de rojo con el fruto de la Sangre de Cristo: el Espíritu Consolador (Jn 16,7) que la abrasa y que abrasa a Jesús. El Espíritu Santo escucha aquel "Tengo sed" del Crucificado (Jn 19,23) y despierta en nosotros la sed de Dios para que encuentre en nosotros Su descanso: "Dios tiene sed de que el hombre tenga sed de Él". (San Agustín De diversis quaestionibus octoginta tribus 64, 4).) Su vestido transparenta el dorado de fondo: es la gloria de Dios que brilla con más fuerza que el sol. Ver a la Virgen María es contemplar la belleza de Dios. Quien hace oración, como María, se llena de gracia, irradia la belleza de Dios y da testimonio, con su sola presencia, de los bienes del cielo.

Las estrellas que la Virgen María lleva en su manto, como en todo ícono mariano, hablan de dos cosas: de la virginidad antes, durante y después del parto; y del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. La tercera estrella es Cristo mismo.

La cruz de Cristo representa el tálamo nupcial, donde Cristo se entregó por completo a su Esposa, la Iglesia, como lo hace en cada misa y cada vez que comulgamos. (Mt 9,15; Ef 5,23-25)

Ante la evidencia de tanto amor, no obstante cualquier problema o sufrimiento, el corazón del orante exclama con San Pablo: ¿Quién me separará del amor de Cristo? (cf. Rm 8,35)

escrito por P. Evaristo Sada LC 
extraido del Blog de la Oración 
(fuente: www.yocreo.com)

Madre Elsa: desde la cárcel a la vda religiosa

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De traficante de drogas, cocainómana, presidiaria y madre, a monja contemplativa.

«Vivía en la calle Preciados –España- y frecuentaba la noche. Me encantaba estar en ese ambiente de los que fumaban porros, las prostitutas, los borrachos, serenos; iba por los bares de la calle Montera y de Fuencarral, donde estaban los gays y lesbianas; tenía una vida sexual muy activa y me quedé embarazada a los 17», comenta Elsa, originaria de La Rioja.

«Iba a la iglesia del Carmen a llorar esta doble vida porque dentro sentía como una agonía», asegura. Querer sacar a su hijo adelante fue lo que la impulsó a aceptar llevar un paquete con droga a Canarias, por lo que le ofrecían una gran cantidad de dinero. La Policía la detuvo y estuvo tres años presa en la antigua cárcel de Yeserías. «Fue una experiencia maravillosa. Se sufre mucho en la cárcel, pero en el sufrimiento he llegado al entendimiento», indica con sabiduría. Cuando le dieron la ficha de salida la rompió y dejó la prisión a los dos meses. «No quería salir por lo mal que me había tratado mi familia en las visitas», confiesa.


Un encuentro carismático

Una vez fuera de la cárcel participó de un encuentro de la Confraternidad Carcelaria de España al que iba a asistir monseñor Milingo, aunque finalmente fue presidido por el entonces obispo auxiliar de Madrid, Javier Martínez. «El primer día, varios presos salieron a dar testimonio y sentí una fuerza que me impulsó a ir frente al micrófono», señala. Allí, la directora de Confraternidad Carcelaria, Carmen Rubio, le invitó a la adoración nocturna de los viernes en la calle Fomento, 13, donde empezó a ir. Jesús había puesto su semilla, pero el ambiente del piso de acogida donde residía entonces no la ayudó a desarrollar su espiritualidad. «Comencé a consumir cocaína y cada vez aumentaba las dosis. Me salvó la llamada de mi hijo que estaba en La Rioja. Me dijo que vendría a Madrid y entonces automáticamente dejé de consumir», explica.

Un mes después del encuentro participó en la Asamblea Nacional de la Renovación Carismática Católica. Un preso le pidió que lo acompañara a la «intercesión». Ella no sabía de qué se trataba, pero vio que los demás extendían sus manos mientras oraban por él. Entonces ella también quiso que oraran por ella. «El Señor me dice que vas a ser luz para mucha gente, pero espera a la persona que te va a liberar», le señalaron. Llegó la hora de la adoración y sintió un gran desasosiego. Apareció Carmen Rubio, quien «me agarró fuertemente del brazo y me dijo que el Señor me pregunta que cuánto llevas sin confesarte . Intenté que me dejara en paz, pero ella seguía agarrándome fuertemente». Elsa vio su vida pasar como un flash por su mente. Hacía ocho años que no se confesaba. En ese instante divisó a un sacerdote y no lo dudó.

Después fue ante el Santísimo: «Sentí una fuerza tremenda, como un fuego; me desplomé con una congoja llena de alegría que no he vuelto a experimentar. Vi lo que yo era, me encontré con el Señor, empezaron a cantar Cristo rompe las cadenas », prosigue.


Borrachera mental

En la eucaristía hubo varias curaciones. «Yo creí que estaban todos comprados -dice en referencia a los que levantaban la mano para decir que habían sido sanados- y de repente el padre Robert de Grandis afirmó con fuerza: El Señor me dice que quienes sientan como una borrachera mental estarán empezando a amar la eucaristía , y una fuerza me hizo levantar el brazo», continúa.

«Ya no era la misma, el Señor me había transformado».«Entonces me di cuenta de que mi vocación y el Señor habían estado siempre. Pero pensaba que no podía ser monja por mi hijo. Sin embargo, a cada monasterio que entraba por curiosidad me decían que había una madre monja, y en el de Cañas de La Rioja me señalaron que existía una abuela que tenía siete nietos. Además los libros de espiritualidad que me encontraba era de santas que habían sido madres», añade. El hijo de Elsa, ya con 18 años, ingresó en el Ejército, y entonces se sintió libre de responsabilidades para entrar al convento.

Ahora es una monja dicharachera que vive haciendo reír a los demás. «A mis compañeras del convento las pincho para que tengan de qué confesarse», narra divertida. Es parte de su carácter. «Cuando era niña me comía las hostias que había en las ofrendas para obligarle al cura a abrir el sagrario, porque me decían que ahí estaba Cristo», ríe a carcajadas. Ahora ya es feliz.

escrito por Mónica Vázquez
(Fuente: Religión en Libertad)

¿Cómo dejar que Cristo sane mis heridas en la oración?

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Cristo conoce y guarda nuestras entradas y salidas, nuestra historia, nuestras heridas, nuestras miserias y también nuestros deseos de sanar, de vivir y caminar en su presencia.

Al hacer silencio en la oración, acallo mis heridas, mi dolor, mis "por qués", mis frustraciones y fijo mi mirada en el Divino doctor. Dejo así que sea Él quien me pregunte por mis heridas, cicatrices, mi historia.

Me sorprenderé si le dejo hablar. Él las conoce mejor que yo. Él estuvo y está presente, a mi lado, me ha cargado y me cargará para que no sufra tanto el peso de estas heridas. Es más, Él ha experimentado primero estas heridas en su propia carne y por ellas, hemos sido curados (Isaías 53,5)

Descubro que Él no está tan lejos, no estuvo tan lejos. Que necesito que Él me cuente mi historia, como lo hizo con los discípulos de Emaús (Lucas 24). Pedirle que camine conmigo, que se quede en mi casa, en mi corazón. Que parta su pan en mi presencia, que coma con Él la Eucaristía y que así yo pueda vivir y alimentarme de sus heridas y de su Pasión.

Era necesario que Jesús viniese a mi alma en la oración para que sanase mis heridas con sus manos taladradas por los clavos, con su mirada penetrante, dulce, suave y serena; con su voz firme y acogedora; con su presencia paciente y luminosa.

"Cuéntame tú Señor mi historia, la historia de mi vida, de mis heridas. Sáname Señor, porque Tú eres mi luz y mi salvación y ninguna herida ni nadie me podrá hacer temblar (Salmo 26)

Toma mis heridas, Señor, son tuyas; y déjame que las tuyas sean mías. Escóndeme en las mías y yo me esconderé en las tuyas. Mira tú mi vida, redímela y sánala; mire yo la tuya y acójala con amor y esperanza.

Que mi soledad y dolor sean ahora sanados por tu protección y amor. Amigo fiel que nunca fallas, Doctor de mi alma, Médico de mis llagas y de mis heridas.

Me dan miedo y me avergüenzan mis heridas. Pero tus heridas fueron tu gloria y el triunfo que presentaste a tu Padre. Por mis heridas seré victorioso si te las presento a ti para que las cures y las conviertas en señal de amor y victoria. Con esta señal llegaré al cielo y me presentaré con confianza ante tu Padre, que es también mi Padre"


¿Cómo hacer una revisión médica espiritual frente a Cristo?

Acto de fe: "creo que Señor que eres el Divino doctor, Hijo de Dios, encarnado por amor a mí. Vienes a sanarme con tus heridas"

Acto de confianza: "confío en ti Señor porque tus promesas son eternas y quieres mi bien. Enséñame a conocer mi bien abriéndote mi alma y mis heridas"

Acto de amor: "te amo Señor porque me has amado tú primero. Te amo Señor porque me lo has demostrado con tu amor, con tus heridas que siguen abiertas para que yo me esconda en ellas"

Acto de entrega: "te entrego mi historia, mi pasado, mi presente y mi futuro. Con mi historia te entrego los capítulos tristes y los alegres. Mis heridas, confusiones, dolores, ofensas, traiciones, infidelidades, indiferencias, pecados, pérdidas, abusos, rencores, todo. Las que he sufrido y las que he hecho yo sufrir a mis hermanos. Con mi presente te entrego mis cruces diarias, mis amores, mis dolores. Con mi futuro te entrego lo que soy y puedo ser, mis anhelos, mis sueños y mis penas futuras".

Acto de "despojo": despojarse de toda vestidura, protección, careta. Desnudar el alma ante Dios, presentarle mis heridas como son, donde están. No hay nada oculto para Dios. "Así soy Señor, así he sufrido, están son mis heridas, tú las conoces, aquí te las presento con cierto temblor pero a la vez confianza. Es mi vida, mi historia, mi identidad. No lo puedo cambiar, pero sí puedo dejar que me sanes".

Acto de humildad: "entra Señor en mis heridas, me duele abrírtelas, me humilla volver a ellas, pero sé que hasta que no sean tuyas, no sanarán. Tuyas son, habítalas; tuyas son, sánalas".


Para la oración

¿Cuáles son mis heridas? Identificarlas en la oración, repasando la propia vida junto a Cristo, entrando en nuestro corazón.

¿He perdonado a Dios? ¿Me he perdonado a mí mismo? ¿Me falta perdonar a alguien?

¿He pedido perdón a Dios?

¿Dónde me puede dar Dios cita, dónde puedo encontrarle para que me sane? ¿Cómo va mi oración? ¿Mi cercanía a la Eucaristía? ¿Con qué frecuencia me confieso?

¿Estoy abierto desde la fe al milagro que experimentaron tantos hombres y mujeres en el Evangelio? ¿Sé realmente "qué es lo que quiero que Jesús haga en mi corazón?

"Gracias Señor por entrar en mis heridas, por estar siempre presente, por ayudarme a curarlas, a cicatrizarlas. Quiero que esta marca que quede sea un recuerdo de tu amor, un compromiso de mi decisión de vivir confiando en ti.

Escóndeme en esa divina herida que no sanará, que no cicatrizará. Esa herida que siempre está abierta para que podamos escondernos en tu corazón y así entendamos cuánto nos amas y cómo quieres sanarnos. En ti Señor confíe, nunca quedaré defraudado".

escrito por P. Guillermo Serra L.C
(fuente: la-oración.com)

Las cadenas del miedo

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El miedoso es alguien que apuesta siempre por el «no» en caso de duda. Se rodea de prohibiciones y murallas y termina provocando los efectos contrarios a los que aspira.

Una de las grandes tentaciones de nuestra generación es el miedo. Y una de las más extendidas. Al menos yo me encuentro cada vez con más personas que viven acobardadas, a la defensiva, no tanto por lo que les ocurre cuanto por lo que puede venir.

Y lo peor del miedo es que es una reacción espontánea y -a poco que el hombre se descuide- casi inevitable. Sobre todo en los grandes períodos de cambios como el que vivimos.

Quizá lo más característico de nuestra civilización sea, precisamente, el endiablado ritmo con que ocurren las cosas. Lo que ayer mismo era normal, hoy se ha convertido en desusado. Las ideas en que nos sosteníamos son socavadas desde todos los frentes. La inseguridad se nos ha vuelto ley de vida. La gente mira a derecha e izquierda inquietamente y te pregunta: Pero ¿qué es lo que nos pasa? Y no se dan cuenta de que lo que nos pasa es, precisamente, que no sabemos qué es lo que nos pasa.

Y surge el miedo. El hombre -lo queramos o no- es un animal de costumbres. En cuanto pasan las inquietudes de la juventud, todos tendemos a instalarnos: en nuestras ideas, en nuestros modos de ser y de vivir. Cuando alguien nos lo cambia, sentimos que nos roban la tierra bajo los pies. Y, al sentirnos inseguros, brota el miedo.

Un miedo que se percibe en todos los campos: hay creyentes angustiados que temen que les «cambien» la fe. Hay padres que tiemblan de sólo pensar en el futuro de sus hijos. En el campo político son muchos los que ya cambiaron las ilusiones de siglo XX por los miedos del XXI.

Y hay que decir sin rodeos que no hay mejor camino para equivocarse que el que juzga y construye sobre el miedo. Porque si el pánico paraliza el cuerpo del que lo sufre, también inmoviliza y encadena su inteligencia. El miedoso se vuelve daltónico -ya no ve sino las cosas que le amenazan. Y no se puede construir nada viviendo a la defensiva.

El miedoso es alguien que apuesta siempre por el «no» en caso de duda. Se rodea de prohibiciones y murallas y termina provocando los efectos contrarios a los que aspira. Un padre aterrado ante el futuro de sus hijos no tardará mucho en convertirlos en rebeldes. Un obispo o un cura que tiembla ante el futuro de la fe fabricará descreídos o resentidos. Un viejo que teme la muerte se olvidará de vivir. Un joven dominado por el temor se volverá viejo antes de tiempo.

Esto, naturalmente, no significa canonizar todo cambio. Hay cambios con los que el mundo avanza (y deben ser apoyados por todos) y algunos con los que se camina hacia atrás. Y habrá que resistir frente a ellos. Pero resistir desde la seguridad de aquello en lo que se cree, no desde el pánico de lo que se teme. El miedoso no se atreve a confesárselo, pero en realidad teme porque no está seguro ni de sus creencias ni de si mismo. Entonces se defiende y patalea. Pero ya no defiende su verdad, sino su seguridad.

No hay que tener miedo. Nunca. A nada. Salvo a nuestro propio miedo.

escrito por José Luis Martín Descalzo 
extraido de Razones para el amor 
(fuente: www.yocreo.com)

El perdón de los pecados

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LECTURA

 ¿Por qué has despreciado tú la palabra del Señor, haciendo lo que a él le parece mal? Mataste a espada a Urías, el hitita, y te quedaste con su mujer. David respondió a Natán: -«¡He pecado contra el Señor!» Natán le dijo: - «El Señor ha perdonado ya tu pecado, no morirás.» -«¿Ves a esta mujer? Me ha ungido los pies con perfume. Por eso te digo: sus muchos pecados están perdonados, porque tiene mucho amor; pero al que poco se le perdona, poco ama.» Y a ella le dijo: -«Tus pecados están perdonados.» -«Tu fe te ha salvado, vete en paz.»

CONTEMPLACIÓN

La Palabra de Dios que hoy se nos ofrece en la Liturgia nos atrae hacia lo que sólo el Señor puede hacernos, librarnos del peso de nuestro pecado, desatar las cadenas de nuestra obstinada mala memoria. El papa Francisco nos llama constantemente a la celebración del perdón divino. Dirigiéndose a los nuevos sacerdotes, dijo: "Perdonaréis los pecados en nombre de Cristo y de la Iglesia por el sacramento de la Penitencia. Y hoy os pido en nombre de Cristo y de la Iglesia: Por favor, no os canséis de ser misericordiosos" (Homilía 21 de abril 2013). "Confiados siempre en la misericordia del Señor: Él siempre nos espera, nos ama, nos ha perdonado con su sangre y nos perdona cada vez que acudimos a Él a pedir el perdón. ¡Confiemos en su misericordia!" (Regina 7 de abril 2013).

Puede parecer extraño, pero quienes más se resisten al perdón somos nosotros para con nosotros mismos. Nos gusta sabernos cumplidores, conquistadores de nuestras metas, poder tener en nuestro haber logros alcanzados, puntuaciones exitosas, nombre reconocido. San Pablo, en cambio, dice de sí mismo: "El hombre no se justifica por cumplir la Ley. Para la Ley yo estoy muerto, porque la Ley me ha dado muerte" (Gál 2, 16.19).

Rezando el Oficio de Lecturas, me encontré con el argumento de San Agustín "Y ciertamente, Señor, a cuyos ojos está siempre desnudo el abismo de la conciencia humana.¿qué podría haber oculto en mí, aunque yo no te lo quisiera confesar? Lo que haría sería esconderte a ti de mí, no a mí de ti". El rey David tuvo el coraje de reconocer su pecado, no se envalentonó, aun siendo el rey. "Había pecado, lo reconocí, no te encubrí mi delito; propuse: «Confesaré al Señor mi culpa», y tú perdonaste mi culpa y mi pecado" (Sal 31).

Tenemos a Alguien que nos perdona, a Alguien que nos justifica. No somos nosotros mismos, ni nuestras buenas acciones. "Sabemos que el hombre no se justifica por cumplir la Ley, sino por creer en Cristo Jesús", afirma San Pablo. Nunca agradeceremos a Jesucristo lo suficiente el haber dejado a la Iglesia el poder de perdonar los pecados.

(fuente: www.la-oracion.com)

Bienaventurados los misericordiosos porque recibirán misericordia

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Dios Fiel nos trae aire fresco y nuevo

 En la Biblia, la palabra “hesed”, misericordia, tiene dos referencias: Dios que siendo fiel a sí mismo y no quiere desmentirse en su fidelidad, siempre se muestra con rostro cercano, compasivo, misericordioso, con entrañas que le hacen vibrar a la luz de la miseria humana con su presencia que viene a rescatarnos; y el hombre, invitado a dejarse tomar por esta presencia de misericordia de Dios y es llamado a ser también misericordioso. De hecho, Jesús en la Palabra lo dice: “Sean misericordiosos como mi Padre es misericordioso”. Lc 6, 36

Las Bienaventuranzas encuentran en el retrato de Cristo su modo de realización. El Señor tiene capacidad de poner palabras que vienen a inundar de una presencia fresca y nueva el ambiente de miseria, exclusión, postergación del pueblo con el que convive y los invita a la esperanza con un mensaje de compasión; eso es lo que hace cuando predica largos ratos a ellos que están como ovejas sin pastor y, al mismo tiempo, pone mano en la acción misericordiosa: cura los enfermos, es capaz de liberar a los oprimidos por la fuerza del mal, es el que da una palmada a su amigo Lázaro en el encuentro en Betania, es el mismo Jesús que multiplica los panes, es el Señor que con sus manos trabaja para ser uno más de los de su pueblo y al mismo tiempo desde aquel lugar buscar el cambio en radicalidad de la pertenencia al Dios vivo mucho más allá de lo que la Ley establece.


Misericordia quiero y no sacrificio

Misericordia, dice el Señor, quiero, y no sacrificios (Mt 9, 13). Porque misericordia es lo que nos emparenta con Dios y éste es todo el objetivo que Dios tiene a lo largo de su plan de salvación, de hacernos parecidos a Él. Por lo tanto, quien obra y actúa en misericordia se pone en una misma línea, y mucho más allá de eso, en un mismo sentir, y en un mismo corazón que Dios, rico en misericordia.

Lo que más sorprende de la propuesta de misericordia que Dios nos hace es que Él nos invita a descubrir que ahí se complace, ahí encuentra su razón de ser. Dios se complace siendo misericordioso y Jesús justifica su conducta hacia los pecadores diciendo que así actúa el Padre del Cielo. Misericordia quiero y no sacrificios. La misericordia hacia la infidelidad del pueblo, la “hesed”, es la cualidad más sobresaliente de Dios en la Alianza y llena la Biblia del comienzo al fin. Un Salmo lo repite como letanía explicando con ella todos los eventos de la historia de Israel. Lo dice casi como un repiquetear de campanas: “Porque es eterna su misericordia”. En el salmo 136 está casi como una jaculatoria, nos pone en sintonía con el corazón de Dios. Ser misericordioso es un aspecto esencial del ser criatura a imagen y semejanza de Dios. En este sentido, el Señor nos invita a recibir en lo más profundo del corazón este sonido constante que brota de su interior y de la cual nosotros sencillamente nos hacemos eco repitiéndolo: “Porque es eterna su misericordia”.


Su razón de ser es la misericordia

A Dios no le cuesta ser misericordioso, no sólo porque esa es su esencia, sino que además, en su identidad, Dios se goza y se alegra. La misericordia divina se refleja plenamente en Jesús. El Señor lo expresa de diversos modos: “Habrá más gozo en el cielo por un pecador que se convierta que por noventa y nueve justos que no necesitan conversión”. O la mujer, cuando al encontrar la dracma que se le perdió dice haciendo referencia a cómo Dios también se alegra cuando nos encuentra: “Alégrense conmigo”. En el libro de Ezequiel, en el capítulo 33, 11, el Señor dice por boca del profeta: “Yo no deseo la muerte del impío sino que se convierta y que viva”. Y en Miqueas 7, 18 se complace Dios en tener misericordia, se goza Dios en la misericordia. Es como cuando uno se encuentra con lo más íntimo de sí mismo, la alegría que a uno le produce. Cuando Dios obra su misericordia con nosotros, Él disfruta de ese poder ser presencia que nos iguala con Él. La misericordia de Dios nos eleva, es decir, nos pone a la altura suya, nos identifica con su misterio.

Tal vez el texto más emblemático que habla acerca de la misericordia de Dios esté en el capítulo 15 del evangelio de Lucas, cuando el padre obra en misericordia y rescata a sus hijos, a los dos. A uno le muestra que ha sido en su misericordia donde él siempre ha permanecido junto a su hijo: “Tú estás siempre conmigo y todo lo mío es tuyo” (Lc 15, 31); ese vínculo de amor que une al padre con el hijo y que él no ha sabido valorarlo pensando que se merecía aquello, cuando en realidad no termina de descubrir que ha sido por el don de la misericordia del padre -que ha querido compartir todo con su hijo- que le permite haber estado en la casa siempre, con el padre, no tanto por una voluntad del hijo, aunque ésta también es la que debería él aprender a celebrar, el haber podido permanecer fiel también por misericordia de Dios. Seguramente el texto se muestra aún más claro en todo el valor de rescate que Dios hace con nosotros cuando obra su misericordia en aquel otro hijo que malgastó sus bienes con mujeres y una vida licenciosa, y que se dijo a sí mismo:“volveré a la casa de mi padre y le diré: Padre, pequé contra el cielo y contra ti, ya no merezco ser llamado hijo tuyo, trátame como a uno de tus jornaleros”, y desde aquel día, en aquel momento, cuando emprendiósu regreso a la casa del Padre, el hijo fue encontrando la alegría de acercarse a un lugar que lo atraía como ningún otro lugar. Era el amor del Padre que miraba por la ventana para ver si su hijo venía, y cuando vio que se asomaba por la pradera, salió corriendo a buscarlo, lo abrazó y lo besó. El hijo quiso decir su discurso y el padre le dijo: “Hagamos una fiesta. Este hijo estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y ha sido encontrado”. Y la fiesta comenzó, le pusieron un anillo, lo vistieron, lo calzaron. El padre lo revistió de su misericordia y este vestido nuevo del amor con el que el padre lo revistió le permitió al hijo encontrar su dignidad y su lugar, la de ser hijo. Cuando Dios obra misericordia nos ubica en el lugar de hijos.

escrito por el Padre Javier Soteras
(fuente: www.radiomaria.org.ar)

Habla, Señor, que tu siervo te escucha. Tú tienes palabras de vida eterna

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Lectura del Santo Evangelio según San Lucas
(Lc 9, 51-62)
Gloria a ti, Señor.

Cuando ya se acercaba el tiempo en que: tenía que salir de este mundo, Jesús tomó la firme determinación de emprender el viaje a Jerusalén. Envió mensajeros por delante y ellos fueron a una aldea de Samaria para conseguirle alojamiento; pero los samaritanos no quisieron recibirlo, porque supieron que iba a Jerusalén. Ante esta negativa, sus discípulos Santiago y Juan le dijeron: “Señor, ¿quieres que hagamos bajar fuego del Cielo para que acabe con ellos?” Pero Jesús se volvió hacia ellos y les reprendió. Después se fueron a otra aldea. Mientras iban de camino, alguien le dijo a Jesús: "Te seguiré a dondequiera que vayas". Jesús le respondió: “Las zorras tienen madrigueras y los pájaros, nidos; pero el Hijo del hombre no tiene en dónde reclinar la cabeza". A otro, Jesús le dijo: "Sígueme". Pero él le respondió: "Señor, déjame ir primero a enterrar a mi padre". Jesús le replicó: "Deja que los muertos entierren a sus muertos. Tú, ve y anuncia el Reino de Dios". Otro le dijo: "Te Seguiré, Señor; pero déjame primero despedirme de mi familia". Jesús le contestó; "El que empuña el arado y mira hacia atrás, no sirve para el Reino de Dios”.

Palabra del Señor.
Gloria a ti Señor Jesús.

“Te seguiré adondequiera que vayas”

“En el atardecer, danos tu luz, Señor.” Estamos en el atardecer. Estoy en los sesenta-y-seis años de mi vida que es un don magnífico del Padre celestial. Las dos terceras partes de mis contemporáneos han pasado ya a la otra vida. Así que yo también me tengo que preparar para el gran momento. El pensamiento de la muerte no me produce inquietud... Mi salud es excelente y todavía robusta, pero no me tengo que fiar. Me quiero preparar a poder responder: “Aquí estoy”, a la llamada, tal vez inesperada. La vejez –que es otro gran don del Señor- tiene que ser para mí motivo de callada alegría interior y de abandono diario al Señor mismo, al que me dirijo como un niño hacia los brazos abiertos de su padre.

Mi ya larga y humilde vida se ha ido devanando como una madeja bajo el signo de la simplicidad y de la pureza. No me cuesta nada reconocer y repetir que no soy más ni valgo más que un pobre pordiosero. El Señor me hizo nacer en el seno de una familia pobre. El ha pensado en todo. Yo le he dejado hacer... Es verdad que “la voluntad de Dios es mi paz.” Y mi esperanza está puesta totalmente en la misericordia de Jesús...

Pienso que el Señor me tiene reservado, para mi completa mortificación y purificación, para admitirme en su gozo eterno, alguna gran aflicción o pena, del cuerpo y del espíritu antes de que me muera. Bien, pues, lo acepto de todo corazón, que sirva todo para su mayor gloria y el bien de mi alma y de mis queridos hijos espirituales. Temo la debilidad de mi resistencia y le pido que me ayude ya que no tengo casi ninguna confianza en mí mismo, pero una total confianza en el Señor Jesús.

Hay dos puertas que dan al paraíso: la inocencia y la penitencia. ¿Quién puede pretender, oh hombre frágil, encontrar la primera abierta de par en par? Pero la segunda es acceso seguro. Jesús pasó por ella con su cruz cargado, expiando nuestros pecados. El nos invita a seguirlo.

escrito por Beato Juan XXIII (1881-1963), papa 
Diario del alma, junio 1957 (antes de su elección al Papado)

Bienaventurados los que trabajan por la paz

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Armonizar los distintos

 Bienaventurados los que trabajan por la paz porque serán llamados hijos de Dios, nos vamos a detener en ella junto con el texto que viene siendo guía para nosotros Rainero Cantalamessa “Las bienaventuranzas evangélicas”.

Quiénes son los que trabajan por la paz, se lo pregunta Cantalamessa.: «Bienaventurados los que trabajan por la paz porque serán llamados hijos de Dios». Junto con la de los misericordiosos, ésta es la única bienaventuranza que no dice tanto cómo hay que «ser» (pobres, afligidos, mansos, puros de corazón), sino también qué se debe «hacer». El término en griego significa aquellos que trabajan por la paz, que «hacen paz». No tanto, sin embargo, en el sentido de que se reconcilian con los propios enemigos, cuanto en el sentido de que ayudan a los enemigos a reconciliarse. «Se trata de personas que aman mucho la paz, tanto como para no temer comprometer la propia paz personal interviniendo en los conflictos a fin de procurar la paz entre cuantos están divididos».

En este sentido no podemos olvidar la intervención del Papa Juan Pablo II en el conflicto que tuvimos por el Canal de Beagle, y su intervención en el conflicto bélico con Inglaterra. Su presencia física, su testimonio, su intervención diplomática, sus discursos. Hagan una cadena más fuerte que el odio y que la muerte, nos decía. Como no llevar en el corazón este mensaje y este mandato en él que nos invitó a hacernos fuertes en la paz, obreros de la paz no es sinónimo de pacíficos, de personas tranquilas, calmas, que evitan todo enfrentamiento. Al contrario, el que trabaja por la paz enfrenta los conflictos y busca la manera de armonizar los distintos.


La paz fruto de una batalla en el corazón

En tiempos del Nuevo Testamento pacificadores eran llamados los soberanos, sobre todo el emperador romano Augusto situaba en la cumbre de sus propias empresa, la de haber establecido en el mundo la paz, mediante sus victorias militares. En tiempos que corren también el poder bélico cree establecer la paz desde la guerra.

En el evangelio de Jesucristo, esto no es así, y aún cuando desde alguna argumentación religiosa y cristiana quisiera favorecerse la conflictividad bélica para conseguir la paz, este no es el trabajo por la paz del que habla Jesús. Sorprende escuchar en labios de Cristo una afirmación que parece contraria a todo esto, “piensan ustedes que yo he venido a traer la paz a la tierra? No, les digo que he venido a traer la división”, en Mateo en lugar de división dice “la espada” pero no existe verdadera contradicción, se trata de ver que paz y unidad han venido a encontrar un nuevo referente. Es la imagen de un Dios viviente, uno que invita al reconocimiento de la pluralidad en un sentido distinto. Él ha venido a traerla paz y la unidad en el bien, aquella que conduce a la vida eterna y ha venido a quitar aquellas falsas paces y unidad que sirven solo para dormir la conciencia y llevar a la ruina. En el epicentro Jesús nos dice que no ha venido a traer la división y la guerra, sin embargo a causa de su venida se van a producir inevitablemente divisiones y conflictos, porque él pone a las personas frente a la decisión y ante la necesidad de decidirse, se sabe que la libertad humana reacciona de manera distinta.

Su palabra, su misma persona hacen subir a flote aquello que cada uno esconde en lo más profundo de su corazón. El anciano Simeón lo había predicho cuando tomó en brazos al niño Jesús, “éste está puesto para caída y elevación de muchos en Israel y para ser señal de contradicción, a fin de que queden al descubierto las intenciones de muchos corazones, y a veces nuestros corazones se encuentran en conflicto.

La batalla es en el corazón, Jesús ha venido a mostrar esta batalla y a partir de la llamada a recibir el don de la paz, a poner en conciliación todas las fuerzas que dentro de nosotros mismos aparecen enfrentadas, para ponerla en armonía interior y ser portadores de la paz.


La Iglesia servidora de la paz

Sin duda que el don de la paz es un servicio que el sucesor de Pedro, el obispo de Roma, presta desde siempre como uno de los más excelentes oficios que se ejercen desde el pontificado. Lo ha hecho en tiempos de cristiandad, en los mejores momentos en donde ha sido capaz de promover la paz de las diversas iglesias y en ciertas épocas entre los principales gobiernos cristianos.

La primera carta apostólica de un Papa, la de San Clemente I, escrita en torno al año 96 (antes aún, tal vez, que el cuarto Evangelio), se redactó para devolver la paz a la Iglesia en Corintio, desgarrada por discordias. Es un servicio que no se puede prestar sin una cierta potestad real de jurisdicción. Para darse cuenta de su valor basta con ver las dificultades que surgen allí donde aquél está ausente.

La historia de la Iglesia está llena de episodios en los que Iglesias locales, obispos o abades, en disputa entre sí o con la propia feligresía, han recurrido al Papa como árbitro de paz. También hoy, estoy seguro, éste es uno de los servicios más frecuentes, si bien de los menos conocidos, que se dan a la Iglesia universal.

Tal vez en el conflicto de la Guerra Fría entre Estados Unidos y Rusia, la carta “Pacem in terram”, sea uno de los testimonios más hermosos y ricos que nos ha dejado el pontificado de este tiempo, seguido por los discursos de paz en el comienzo de año que los obispos de Roma comenzaron a celebrar con el mundo entero, las cartas diversas en torno a la paz.

El Papa Benedicto XVI hacía mención a la persona humana, corazón de la paz, en un mensaje para la Jornada Mundial de la Paz del 2007. El Papa decía: la paz es al mismo tiempo un don y una tarea, si bien es verdad que la paz entre los individuos y los pueblos, la capacidad de vivir los unos al lado de los otros tejiendo relaciones de justicia y solidaridad, supone un compromiso permanente, también es verdad – y lo es más aún – que la paz es un regalo que Dios nos hace. En efecto paz es una característica de lograr en Dios que se manifiesta tanto en la creación del universo ordenado y armonioso como en la relación de la humanidad que necesita ser rescatada del desorden del pecado, creación y redención muestran la clave de lectura que introduce a la comprensión del sentido de nuestra existencia sobre la tierra y la paz como un regalo que Dios nos hace. Allí donde no haya paz ponga lo paz, Allí donde haya guerra ponga yo unión, dice Francisco de Asís. Ojalá que podamos de todo corazón, allí donde hay conflictos, divisiones, pensamientos, desentendimientos, distancias, a superarlas, pero no de cualquier manera, ni con solo nuestro esfuerzo o nuestra industria personal, sino con un don que Dios nos regala particularmente para lograr la paz.


Dios es el gran hacedor de la paz

Dios mismo, no un hombre, es el verdadero y supremo «agente de paz». Precisamente por esto, los que se afanan por la paz son llamados «hijos de Dios»: porque se asemejan a Él, le imitan, hacen lo que hace Él. El mensaje pontificio dice que la paz es característica del obrar divino en la creación y en la redención, esto es, tanto en el obrar de Dios como en el de Cristo.

La Escritura habla de la «paz de Dios» (Flp 4, 7) y aún con más frecuencia del «Dios de la paz» (Rm 15,32). Paz no indica sólo lo que Dios hace o da, sino también lo que Dios es. Paz es lo que reina en Dios.

Casi todas las religiones que brotaron en torno a la Biblia conocen mundos divinos en guerra en su interior. Los mitos cosmogónicos babilónicos y griegos hablan de divinidades que luchan y se despedazan entre sí. En la propia gnosis herética cristiana no existe unidad y paz entre los Eones celestes, y la existencia del mundo material sería precisamente fruto de un incidente y de una desarmonía ocurrida en el mundo superior.

Con este fondo religioso se puede comprender mejor la novedad y la alteridad absoluta de la doctrina de la Trinidad como perfecta unidad de amor en la pluralidad de las personas. En un himno suyo, la Iglesia llama a la Trinidad «océano de paz», y no se trata sólo de una frase poética.

Sumergirnos en el misterio trinitario y que Dios se pronuncie sobre nosotros renovándonos en la vida por la gracia de la resurrección esa que recibieron los apóstoles cuando el Señor venció a la muerte. La paz esté contigo.

Quien mejor ha celebrado esta Paz divina, que llega de más allá de la historia, fue Pseudo - Dionisio Areopagita. Paz es para él uno de los «nombres de Dios», con el mismo título que «amor» [4]. También de Cristo se dice que «es» Él mismo nuestra paz (Ef 2,14-17). Cuando dice: «Mi paz os doy», Él nos transmite aquello que es.

Hay un nexo inseparable entre la paz donde lo alto y el Espíritu Santo; no sin razón se representan con el mismo símbolo de la paloma. La tarde de Pascua Jesús dio, prácticamente en un mismo instante, a los discípulos la paz y el Espíritu Santo: «”¡La paz esté con vosotros!”... Sopló sobre ellos y les dijo: “Recibid el Espíritu Santo”» (Jn 20, 21-22). La paz, dice Pablo, es un «fruto del Espíritu» (Gal 5,22).Por eso abrirnos a la Paz es abrirnos al Espíritu Santo.

escrito por Padre Javier Soteras

Jesús quiere cristianos convencidos, no telecomandados

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Francisco en el ángelus indicó a Benedicto XVI, como un ejemplo maravilloso de la relación con Dios en la propia conciencia.

Ciudad del Vaticano, 30 de junio de 2013 (Zenit.org) El papa Francisco rezó el ángelus este domingo 30 de junio desde la ventana de su estudio que da hacia la plaza de San Pedro, en donde una multitud de fieles le esperaba.

Las palabras del papa. Lo escrito en cursiva son palabras improvisadas que no estaban en el texto oficial

¡Queridos hermanos y hermanas, buen día!

El evangelio de este domingo muestra un episodio muy importante en la vida de Cristo. El momento en el que -como escribe san Lucas- 'Jesús tomó la firme decisión de ponerse en camino hacia Jerusalén'. Jerusalén que es la meta fina en donde Jesús, en su última pascua tiene que morir para resucitar, y así llevar a cumplimiento su misión salvadora.

Desde ese momento, después de esa firme decisión, Jesús va derecho hacia la meta y a las personas que encuentra y que le indican que quieren seguirlo les indica claramente cuales son las condiciones: no tener una demora estable; saber desprenderse de los afectos familiares; no ceder a la nostalgia del pasado.

Pero Jesús le dice también a sus discípulos, encargados de anticiparlo en el camino de Jerusalén para anunciar que por allí iba a pasar, ¡qué no impusieran nada! si no encontrarán disponibilidad para acogerlo, se proceda y se vaya más adelante.

¡Jesús no impone nunca, Jesús es humilde, Jesús invita: si tu quieres ven. La humildad de Jesús es así, el nos invita siempre, no impone.

Todo esto nos hace pensar. Nos dice por ejemplo, la importancia que también para Jesús tuvo la conciencia: el escuchar en su corazón la voz del Padre y seguirla. Jesús en su existencia terrena no era por así decir 'telecomandado'. Era el Verbo Encarnado, el Hijo de Dios hecho hombre, y a un cierto punto tomó la firme decisión de ir a Jerusalén por última vez; una decisión tomada en su conciencia pero que no la tomó solo: junto al Padre, en plena unión con Él. Decidió en obediencia al Padre, en escucha profunda, íntima de su voluntad. Y por esto la decisión era firme, porque tomada con el Padre. Y en el Padre encontraba la fuerza y la luz para su camino.

Y Jesús tenía libertad, en esa decisión era libre. Jesús a nosotros los cristianos nos quiere libres como Él. Con esa libertad que viene de ese diálogo con el Padre, de ese diálogo con Dios. Jesús no quiere ni cristianos egoístas que siguen el propio yo, que non hablan con Dios; ni cristianos débiles, cristianos que no tienen voluntad, cristianos telecomandados, incapaces de creatividad, que buscan siempre conectarse con la voluntad de otro, que no son libres. Jesús nos quiere libres y esa libertad ¿dónde se encuentra? se encuentra en el diálogo con Dios en la propia conciencia. Si un cristiano no sabe hablar con Dios, si no sabe sentir a Dios en su propia conciencia no es libre, no es libre. Por esto tenemos que aprender a escuchar más a nuestra conciencia.

¡Pero atención! Esto no significa seguir el propio yo, hacer lo que me interesa, lo que me conviene, lo que me gusta... No es esto. La conciencia es el espacio interior de escucha de la verdad, del bien, para escuchar a Dios. Es el lugar interior de mi relación con Él, que le habla a mi corazón y me ayuda a discernir, a entender el camino que debo recorrer. Y una vez tomada la decisión, de ir adelante y ser fiel. Nosotros tuvimos un ejemplo maravilloso, de cómo es esta relación con Dios en la propia conciencia. Un reciente ejemplo maravilloso: el papa Benedicto XVI nos dio este ejemplo, cuando el Señor le hizo entender en la oración, cuál era el paso que debía realizar. Ha seguido con gran sentido, discernimiento y coraje, su conciencia, o sea la voluntad de Dios que le hablaba en su corazón. Y este ejemplo de nuestro padre nos hace tanto bien a todos nosotros. Es un ejemplo que hay que seguir.

La Virgen con gran simplicidad escuchaba y meditaba en su interior la palabra de Dios y lo que le sucedía a Jesús. Siguió a su Hijo con íntima convicción, con firme esperanza. Nos ayude María a volvernos cada vez más hombres y mujeres de conciencia, capaces de escuchar la voz de Dios y de seguirla con decisión".

Tras rezar el ángelus recordó que hoy en Italia se celebra la Jornada de la caridad del papa y saludó a los peregrinos, entre los cuales los que habían venido desde Madrid.

Y concluyó con su ya famoso "¡Buon pranzo!"

(30 de junio de 2013) © Innovative Media Inc.

Un Dios a medida

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Tu lenguaje es muy duro”, le dicen muchos de quienes hasta entonces habían seguido a Jesús, terminando con las palabras de Pedro: “Sólo tú tienes palabras de vida eterna”. El pan bajado del cielo que colma las expectativas del pueblo es un verdadero gozo para todo seguidor de Jesús, mas aun cuando por él alcanzamos la vida eterna, es decir, que alimentándonos del pan de la verdad somos configurados en Cristo.

No obstante este pan puede ser difícil de “tragar”, pues implica demasiadas exigencias para quien no está del todo dispuesto a dejarse moldear por Él. Es sencillo, y una constante tentación de estos tiempos, crear un dios a nuestra medida, que responda a nuestras mociones afectivas, que nos permita establecer que es lo que está bien y lo que está mal a partir de criterios propios, que nos permita justificar nuestra existencia, que no nos saque de la mediocridad espiritual.

He aquí cuando las exigencias, que no son más que nuestro camino de perfección cristiana en las virtudes, se convierten en un peso duro de llevar, pues la búsqueda autorreferencial de Dios no es compatible con ella, y aparece la humildad como una actitud necesaria para la búsqueda de la verdad. Es por ello que muchos se vuelven atrás, otros simplemente se quedan ahí, estancados, y sabemos que quien no avanza, entonces retrocede. En cuántas oportunidades nos hemos sentido perplejos, negados a abrirnos a la verdad de Dios que quiere reacomodar nuestra vida, haciendo la nuestra, criticando a quienes vemos progresan en su vida de fe, o aun a quienes como nosotros se hallan trabados.

Esta semana estamos llamados a renovar nuestra confianza y nuestra fidelidad en Jesús, Pan de vida eterna, portador del agua viva, palabra eterna del Padre. La fidelidad como camino para aumentar nuestra confianza no es una decisión sin implicancias concretas para nuestra vida, esto sería pura teoría, una “linda intención”, sino un compromiso a manifestar en quién hemos puesto nuestra esperanza, en quién creemos, quién es el Dios que nos moviliza. Enseña san Pío de Pietrelcina: “Conténtate con obedecer. No es nunca fácil, pero es a Dios a quien hemos escogido”.-

escrito por EMILIO RODRIGUEZ ASCURRA 
contactoconemilio@gmail.com 
(fuente: www.yocreo.com)

Mateo Ricci: el jesuita que fue matemático del Emperador de China

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Matemático, filósofo, misionero y sinólogo, incluso la China comunista recuerda con veneración al jesuita Li Ma-teu.

La “conciencia misionera” de la Iglesia a partir del s.XVI condujo a muchos hombres a entregar su vida, a veces hasta el martirio, por esta arriesgada empresa. Muchos eran los que se enrolaban en las embarcaciones que cruzaban el Atlántico, camino del Nuevo Continente, pero no fueron menos los que, siguiendo antiguas rutas comerciales, se encaminaban hacia los lugares más recónditos del Extremo Oriente.

Este es el caso del jesuita italiano Mateo Ricci (1552 – 1610) que, habiendo manifestado a sus superiores sus deseos de ir a las misiones, fue destinado a las Indias Orientales. Si exceptuamos las descripciones de los viajes de Marco Polo, Ricci llegaría a ser el primer sinólogo (estudioso de la cultura china).


LA CIENCIA COMO INSTRUMENTO EVANGELIZADOR

Mateo Ricci fue alumno del Padre Clavio en el Colegio Romano, aprendiendo matemáticas y astronomía de labios de uno de los mejores maestros del siglo XVI.

Una vez en tierra de misión, estando en Macao, se aplicó con esmero al estudio del chino, y tiempo después conseguía entrar en China para predicar el Evangelio. Una vez allí, compuso el primer catecismo en chino de la historia.

Sus años junto al P. Clavio fueron de inestimable valor, ya que sus conocimientos de matemáticas y astronomía le hicieron ganarse el favor de los mandarines y la libertad para predicar durante un tiempo, hasta que se le expulsó.

Ricci lo siguió intentando. Consiguió llegar a presentarse ante el emperador, ataviado con el hábito de bonzo budista. Se ganó al emperador y a toda la nobleza gracias a la exposición de sus conocimientos científicos y de su fe, una fe que en todo se mostraba conforme con las enseñanzas de la ciencia. Llegar a ser el matemático de la corte le permitió actuar como evangelizador.


DIVULGADOR CIENTÍFICO

Ricci y otro compañero (el español P. Pantoja) eran los únicos católicos en Pekín, la capital del Imperio Chino. Por tanto, trabajo apostólico no les faltaba. Por eso puede resultar bastante chocante que el P. Ricci se dedicara a traducir al chino obras de matemáticas como los primeros seis libros de los Elementos de Euclides, escribiera más de 20 libros de ciencias para los chinos y construyera multitud de instrumentos como los cuadrantes solares, esferas terrestres y celestes y relojes.

Elaboró los primeros mapas de China que conoció Occidente y al mismo Emperador le demostró –y no fue poca cosa- que China no era el centro de la tierra. Recibió de los chinos el nombre de Li Ma-teu, o simplemente doctor Li.

Fue el primer europeo en entender la doctrina de Confucio y en difundirla en Occidente, al traducir al latín las Analectas del filósofo chino. De hecho, fue él quien diseñó el primer sistema de latinización del chino; así, el maestro Kung Fu-tsé llegó a ser Confucio. Y entendiendo a Confucio, Occidente empezó a entender a China.

Ricci Li Ma-teu escribió varias obras destinadas a los europeos en las que explicaba los avances del gran país que lo había acogido. Algunos pragmáticos lo pueden considerar como una manera de desviarse de su fin principal, que era la evangelización, pero gracias a su acción y prestigio, abrió el camino para que muchos otros misioneros le sucedieran y continuaran su labor.

El P. Ricci no sólo llevaba su fe al Extremo Oriente, sino que se erigió él mismo en un puente a través del cual pudieran circular los conocimientos de una y otra cultura.


PIONERO EN LA INCULTURACIÓN DE LA FE

El talante de Ricci, siempre dispuesto a establecer lazos para un enriquecimiento mutuo, no podía dejar de reflejarse en la manera en que éste trató de evangelizar china. Fue un pionero de lo que hoy se conoce como la inculturación de la fe.

Adaptó las formas litúrgicas a la mentalidad de los chinos, aceptando e incorporando los ritos tradicionales de culto a los antepasados. Esto le propició una serie de desencuentros con la curia romana –Roma estaba muy, muy lejos de la corte china- que se mostró incapaz de asimilar en un primer momento las innovaciones del jesuita.

El P. Ricci tiene el mérito de haber introducido el Evangelio de Cristo de la única manera en que podía entrar en un país como China: a través de la ciencia. No sólo compaginó la misión apostólica con el cultivo de la ciencia sino que fue un paso más allá: hizo de la ciencia un instrumento de evangelización.


EN UNA ESCUELA DE LÍDERES COMUNISTAS

La estela de Mateo Ricci que marca su tumba en Beijing es hoy un lugar visitado y respetado. El lugar se llama Zhalan, un patio grande dentro de una escuela de formación de líderes del Partido Comunista. Destacan las estelas funerarias de Ricci y de otros dos jesuitas, Schall y Verbiest, que fueron quienes levantaron el Observatorio Astronómico de los Jesuitas, en una colina junto a la Corte Imperial.

La impronta de Ricci y de otros evangelizadores, no ha sido suprimida ni siquiera por el riguroso partido comunista chino.


¿MODELO PARA HOY?

Hablar del Padre Ricci en los albores del siglo XXI no es simplemente mirar al pasado para entregarse a la nostalgia de tiempos mejores, es redescubrir que en todo tiempo y circunstancias los hombres y mujeres de Dios han sabido encontrar caminos para anunciar el Evangelio e iluminar a los pueblos y sus culturas con la Luz de Cristo.

El mundo actual nos desafía, nos exige ser creativos. No es posible llegar a los hombres huyendo o encerrándose en los templos; es necesario salir al encuentro de la cultura y hablar sin complejos de la verdad del Evangelio. La ciencia -como en el caso de Ricci-, el arte, el trabajo social, educativo o sanitario son algunas de las múltiples formas en que la Iglesia procura llegar al corazón de las personas, tanto para vivir concretamente la caridad como para cumplir el mandato del Señor de anunciar su Palabra a todos los pueblos.

Ricci, y muchos otros, son verdaderos modelos para hoy. No para ser copiados sino para inspirarnos en la búsqueda de nuevos caminos para proclamar la "Buena Nueva", siempre nueva.

(fuente: www.forumlibertas.com)




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